Zapatero ha recibido a Ibarreche y le ha atendido durante casi cuatro horas. Al presidente de la Nación española, de tener un par de narices como Dios manda, le hubiese bastado un simple movimiento de cabeza, de tú a tú y mirándole a los ojos, para decirle que no a Ibarreche y a sus planes de separatismo. Ignoro a qué se han dedicado durante tanto tiempo los dos políticos. Y lo que es más, probablemente ZP también lo ignora. No me extrañaría que Ibarreche, aludiendo a ese diálogo del que ambos presumen pero ninguno practica salvo para imponer sus propias tesis, se hubiese limitado a leerle a su anfitrión, párrafo a párrafo y parándose en las comas, aquellas partes del Plan que no son especialmente dañinas con España. Eso sí, omitiendo adrede cuanta cláusula perversa quiere colocarnos el trilero. Puesto que trilero, como poco, es quien aseguró con la boca grande que jamás pactaría su proyecto con ETA, y en el que, además, alude siempre a la muletilla en ausencia de violencia. Y, mira por dónde, resulta que como documento adjunto del Plan trasladado a la Moncloa, lo primero que aparece es la carta del jefe de los pistoleros, un tal Ternera, leída en el Parlamento vasco por el brazo político del terror.
Se cree que mientras Iberreche leía a su aire, que es ese estilo de lectura tan espeso como su oratoria (decididamente en ausencia de brillantez), lo más probable es que ZP no haya dejado de dar cabezadas de somnolencia como preámbulo a un apacible dialogar en sueños. No hay que descartar tampoco que en sus momentos de duermevela, cada vez mas duerme y menos vela según oía lo de vascos y vascas, al Presidente le haya asaltado alguna pesadilla, seguida de un repullo al despertarse y observar frente a sí la imagen de quien pretende socavarle el Estado.
Incluso es posible que en algún mal sueño producido por la incomodidad de la siesta, que hay que tener guasa para juntar a dos sosos a las cuatro y media de la tarde, ZP se representase a Ibarreche serrándole una pata del sillón, que es la alegoría pueril a lo más que llega la mente del Presi-ente para imaginar a un País Vasco dispuesto a escindirse.
De todos modos, al entreabrir definitivamente los ojos, luego de soltar un par de bostezos obligatorios, comprobar que su interlocutor ultimaba la lectura y cerciorado del tiempo transcurrido, ZP quizá hizo lo normal que cabe atribuírsele: Frotarse las manos al comprender que había rentabilizado a tope cuatro horas de cabezadas, con el resultado previsto de puritito talante y diálogo entre ambos. A partir de ahí, su pensamiento fue radicalmente entusiasta: Mientras yo he talanteado para mis adentros, tú has dialogado con el infinito. Sean dadas las gracias al cielo civil por haber apartado de mí este cáliz de Ibarreche. ¡Jo, qué bueno soy!. A ver si no va a ser bueno un nene mofletudo que duerme como un angelito mientras una bestia parda escupe sandeces.
El socialista, de cara a las próximas autonómicas vascas, está convencido de haber ganado unos 100 mil votos por hora de siesta, su Zen así se lo asegura. Qué lástima haberse despertado tan pronto al cesar el runrún de la lectura de Mister Spock. De haber escogido otro documento el cejolari, como por ejemplo el tocho de la Constitución europea, las horas de siesta no hubiesen bajado de siete y quedaba garantizada la mayoría absoluta para el PSE y su colega López en el mayo vascongado que se avecina. Ese mayo electoral que como no calmen las aguas de aquí a entonces, y las ínfulas de quien se cree que ser lehendakari por la mínima autoriza a montar expediciones a Marte, dejará en pañales al mayo francés del 68.
ZP probablemente admite para sí que no se ha atrevido a comentárselo a su visitante, pero mayo puede ser un mes adecuado para echarse al hombro la pancarta y pasear el Nunca Mais por las calles de San Sebastián y Bilbao; seguido en cada ocasión, eso sí, de trescientos mil socialistas dispuestos a enfrentarse a tortas a otros tantos abertzales de cualquier condición. ¿Qué, no es creíble? Pues que se sepa que lo del asalto a las sedes populares en la jornada de reflexión del 14-M, quemas y volcados de estiércol incluidos, no fue más que un ensayo general del método dialogante de la izquierda.
Seguro que el rebelde vasco no da por bien invertidas las horas de abducción dentro de la nave monclovita, tripulada a su parecer por una suerte de alienígena dormilón y a ratos sonriente como un bebé que entre ronroneos se le oía decir sí, Sonsoles, lo que tú digas. No, el amigo de hacer hablar a la ciudadanía si se tuercen sus planes, una ciudadanía que debería presentarse ante las urnas con un dedo estirado para comprobarle primero el Rh, no es partidario de las sonrisitas y los ambientes distendidos, que a su juicio todos los que no lleven boinas mentales y frunzan el entrecejo son extraterrestres.
Pero al testaferro de Josu Ternera sí le ha reconfortado, y mucho, la parafernalia de su entrada y salida de la nave. Junto a la rampa de acceso a la Moncloa había de todo, incluso una bandera de buen tamaño, con palitos de colores (¡qué buen gusto tuvo Sabino al copiar el diseño a los británicos!). Allí le recibió el propio Dark Zapatero, más bien serio y sin que valgan otras interpretaciones, como corresponde a un acto tan solemne. Sólo le faltó el órgano multicolor de Spielberg en Encuentros en la Tercera Fase. Aún así, quedó claro que se reunían, de igual a igual, ambos con un talante y una sed de diálogo pertinaces, dos representantes de mundos muy opuestos en esta Galaxia, dos seniors que nada tienen que ver el uno con el otro, como se demostrará cuando la Federación Eusquérica lo ratifique en mayo.
Moraleja: Un par de tipos torpes y poco amantes de la Ley, clave de todo este asunto, son capaces de meternos a los españoles en el mayor de los berenjenales. Los nacionalismos no tienen arreglo, sólo un nacionalista opinaría lo contrario. Cuando les vienen mal dadas, ivernan en sus madrigueras y se compadecen a sí mismos a moco tendido, como ocurrió durante el segundo mandato de Aznar, a quien más de un sectario culpa aún de este ambientillo a vino rancio mientras olvida el historial infame del PNV y ERC. Pero si encima al nacionalismo, cada día más desbocado y en más territorios, se le arrojan sonrisas y puñaos de paja, puede asegurarse que el asunto no acabará bien. No señor.
¿Solución? Solamente hay una: Rescatar para el Estado las competencias en educación y a esperar con estoicismo que pasen por las aulas otras dos o tres generaciones para que el ciudadano se normalice y le interese la política estrictamente desde el prisma del bienestar común, como suele ocurrir en esas naciones donde a sus habitantes no se le quema la sangre a diario por cuestiones que en España deberían haberse olvidado hace más de cinco siglos.
A Manel GAK, que sabe que el dios Inspiración habita en el panteón de HispaLibertas y en raras ocasiones sobrevuela otras bitácoras.
Artículo publicado el 14 de enero de 2005
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