Pertenezco a una generación en la que fumar estaba bien visto. Fumar es un placer sensual, genial... era el inicio de una canción que Sara Montiel le cantó a nuestros padres. A los jovencitos de mi época se les prohibió casi todo lo que oliese a sexo o política, pero el tabaco no sólo estaba tolerado sino que llegó a ser, en décadas anteriores, uno de esos productos racionados de primera necesidad que, junto al pan, el azúcar o el aceite, completaban la cartilla de racionamiento mantenida hasta junio de 1952, cuya Tarjeta de fumador se suprimió aún más tarde, el 1 de enero de 1953.
La moda de fumar no sólo se imponía en España, que al fin y al cabo no marcaba la pauta de nada que no fuese el acomplejamiento a causa de su falta de libertad política, sino en ese otro mundo más civilizado y moderno reflejado en las películas americanas que el régimen importaba con un retraso de tres o cuatro años. Recuerdo ahora a Humphey Bogart y su eterno cigarrillo en la comisura de los labios, expulsando a veces una nube de humo que rozaba la cara de Lauren Bacall tras inundar toda la pantalla como una especie de fundido en gris.
Recuerdo también, en imágenes televisivas, a ese cantante y poeta belga, Jacques Brel, autor de Ne me quitte pas, que exhibía siempre uno de esos Gitanes sin filtro que finalmente lo llevaron a la tumba en la Polinesia Francesa. Algo más tarde, los personajes interpretados por Clint Eastwood en aquellas cintas memorables de Sergio Leone, que disfrutamos casi siempre en cines de barrio de sesión doble, aparecían invariablemente con un purito mordido y encendido a veces. De ahí se pasó a las series de acción con policías que combatían otra clase de droga, como por ejemplo la fastuosa Corrupción en Miami (Miami Vice) de Michael Mann, donde su protagonista principal, encarnado por el actor Don Johnson, se pasaba la mitad del capítulo sacando cigarrillos Lucky de una máquina expendedora y fumándolos. Sí, todo en mis años más jóvenes invitaba al consumo del tabaco.
Pero ya no está bien visto fumar. Aseguran que el tabaco produce innumerables enfermedades de todo tipo, lo cual parece cierto, y que debemos dejar de consumirlo en nuestro propio beneficio y en el de los llamados fumadores pasivos. No me parece mal, la verdad, no hay torpeza mayor que ir degradándose uno mismo a cuenta de un vicio. Solo que ese vicio es de lo más adictivo y a muchos de mi generación no nos será fácil prescindir de él por más que lo diga la nueva Ley. No es un tema fácil y mucho menos para erradicarlo a la tercera señal. ¿Quién no ha visto un Tanatorio repleto de fumadores compulsivos que comentan las (en ese momento) virtudes del muerto? Y nada hay más serio que la muerte.
Siempre he fumado en el trabajo y en otros muchos lugares. Menos en la Iglesia, aseguraría que he fumado o visto fumar en hospitales, cines, teatros y toda clase de edificios públicos. En mi pueblo abundan los cines de verano, que son locales sin techo donde la contemplación de las estrellas y las nubes de humo de los fumadores en ocasiones sustituyen a una mala película. Y no hablo de hace una década, el verano pasado sucedía tal cual lo cuento.
En fin, que sé que a muchos nos costará Dios y ayuda para sobrellevar una Ley de Prevención del Tabaquismo elaborada por el gobierno socialista (no debo decir español, no se lo merece) según su dictatorial modo de hacerlo todo. ¿Qué dices, que exagero en lo de dictatorial? Vale, de acuerdo, entonces cambio el término por el de repelente. ¿O no es repelente que a estas alturas de la vida, con largas décadas de incitación por tierra, mar y aire al tabaquismo, el Ejecutivo de ZP inserte en su nueva Ley la figura del chivato? Sí, has leído bien, chivato, que es ese individuo/a propio de dictaduras como la castrista, tan del gusto de ZP, y otros regímenes totalitarios en los que alguien se encarga de delatar a quien no puede ser vigilado de cerca por el inspector del régimen.
El diario La Razón destaca hoy, como noticia señalada, que cualquiera podrá ser denunciado por un compañero de trabajo si fuma donde no debe. Decididamente, vamos llegando poco a poco al ideal que la izquierda ha tenido siempre: Un Estado opresor donde cada ciudadano será al mismo tiempo cómplice y delator de las normas que nos vengan dadas por el Soviet. Vivir para ver: En pleno siglo XXI se restablece la figura del chivato. ¡Viva la modernidad del PSOE! ¡Viva!
Publicado el 23 de abril de 2005
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