Sede de Puig en París, co-sede central junto a la de Hospitalet en Barcelona |
Las tres palabras que dan título a esta serie "El catalán auténtico", en su día supusieron un hervidero de comentarios acerca de 'quién soy yo para emparejar los términos catalán y auténtico'. Lo bueno que tiene insertar un artículo polémico en Batiburrillo (diciembre de 2004) es que enseguida acuden los puristas de ambos lados a llamarme la atención. Lo que me deja a huevo, término usado en este caso como unidad que define el grado de sencillez, el siguiente trabajo que me dispongo a escribir, en el que apenas deberé estrujarme las meninges y por lo tanto sólo será preciso ahondar en los derechos que todo ciudadano posee, al menos de momento, para expresar lo que le venga en gana. Entendámonos, si existe libertad, úsese para lo que a uno se le antoje en el terreno de la hipótesis. Úsese también, incluso y primordialmente en este 2015, para denunciar la tiranía izquierdista que se avecina, en la que una horrorosa coalición social-podemita, junto al sectarismo doctrinario que nunca cesa en los cismáticos, puede llegar a hacernos retroceder 20 años: en lo económico, en lo social y, muy especialmente, en el grado de libertad que uno precisa para respirar a pleno pulmón.
Si lo políticamente correcto debe interpretarse como un responder con 'puñaos' de paja a quien te está apedreando, que además supone ofrecer la otra mejilla y untársela primero de cremita para que no se lastime los nudillos el tipo violento que te ataca, conmigo que no cuenten. En ese punto renunciaré a considerarme liberal, y expresaré mi discrepancia más absoluta a que el liberalismo, conforme a modas indignas que se me han sugerido en las respuestas de los lectores, conlleve el estigma de la sumisión a lo 'correcto', sobre todo cuando esa corrección viene fijada por gente de poca virtud política y ningún decoro ético. ¡Ah, no, ahí sí que no!
Que se pare Internet que me bajo. La época de los “contentavillanos” y dadores de razón debe acabar algún día, mejor hoy que mañana. Mejor en esta Navidad que en la siguiente. No estoy dispuesto a darle cuartelillo a quien me raje las ruedas del coche porque en la trasera de mi vehículo lleve un distintivo ovalado con una “E” en medio. Esa “E”, que por supuesto no significa “esmirriao” ideológico, además de la del carné de conducir y alguna otra seguida de “spaña” que aparece en mi DNI, me autorizan a creer que soy ciudadano de una nación y poseo todos los papeles en regla. La nación y yo, evidentemente.
He de reconocer que uno, en sus flagrantes limitaciones, no siempre tiene el mismo grado de acierto a la hora de juntar la palabras y expresar alguna idea. Pero si partimos de que Batiburrilo se inserta en un grupo de bitácoras de carácter liberal, donde probablemente se dan todas las tendencias y alguna más, que alguien me explique con argumentos por qué no es correcto escribir sobre el catalán auténtico, ya que si fuese cierto que se persigue crear dos bloques de catalanes, como realmente hacen los gobiernos nacionalistas, el objetivo sería para (copio aquí una parte de mi propia respuesta a los puristas): “Dividir a la población en auténticos y adoctrinados. Los primeros para que perseveren, como el señor Puig, los segundos para que como mínimo sepan que les tenemos tomada la medida. Y mucho cuidado, nadie pide que a unos se les conceda la gloria y a otros el infierno, como ellos hacen, que eso sí sería verdadero nazismo. Aquí de lo que se trata es de identificar a cada bando para que nadie se vea machacado por el “fuego amigo”. De ahí que pida que se consuma cava y se compren colonias Puig. Otra cosa bien distinta sería si Carod fuese el dueño de la Coca Cola, en cuyo caso ya sé que refresco evitaría tomar”.
También se ha anotado algo parecido a esto en los comentarios del artículo “El catalán auténtico-I”: Un liberal no pondría jamás reparos a que por voluntad de los habitantes de un territorio éste se independizara. Por supuesto que no pongo ningún reparo. Si Cataluña, el País Vasco o el edificio del fondo de la Manga del Mar Menor quieren ser independientes por voluntad de sus habitantes a mí me parecerá de perlas. Pero al tanto, por la voluntad libremente expresada y sin períodos previos de adoctrinamiento, que a mi juicio equivalen a sujetar con cadenas esas voluntades. Nada más alejado de la libertad de decisión de un semejante que su inmersión desde bien pequeñito en un colegio donde han decidido lo que debe ser. ¿Nene, tú qué quieres ser de mayor? Nacionalista y anti español, sería casi siempre la respuesta si algunos padres no influyeran dentro de los hogares en la formación de sus hijos.
Pero desgraciadamente no todos los padres son así de conscientes ni poseen la educación ni el interés adecuados para chequear qué se les enseña a los peques en los colegios. De entrada habría que decir que algunos progenitores, que sí son nacionalistas recalcitrantes, se muestran entusiasmados con esa especie de “Formación del Espíritu Nacionalista” que ahora —pasmosamente en democracia— les administran a sus vástagos. Otros padres, más propensos a aparcar a la prole en la escuela para deshacerse de ella mientras trabajan, lo que menos desean es que los nenes les calienten la cabeza mientras cenan, ven Gran Hermano, que es el aperitivo de Crónicas Marcianas, echan un sueño rápido y se levantan malhumorados para ir de nuevo al tajo. Quizá también hay un tercer grupo más consciente de que la educación no sólo depende del colegio, por lo que que trata de facilitar a sus hijos un complemento alimenticio en lo ético que en parte neutralice esa dieta estricta, casi de pan y agua, que el nacionalismo dispone para cuantos pequeñines, mediadines y grandecines ocupan las aulas desde primaria a la Universidad. A mayor tamaño, mayor ración de dieta 'ética' y mayor rodaja de doctrina diferencial.
Pero ese padre interesado no siempre puede ayudar a su hijo. En algunas ocasiones porque el propio padre apenas sabe leer. En otras porque carece de capacidad para entender los libros de sus hijos, escritos casi todos en catalán o en vasco. Un tercer grupo tiende a creer, porque lo mama a todas horas en los medios de comunicación de su zona, que no hay nada más libre y soberano que la voluntad del pueblo y que el Gobierno autonómico (catalán o vasco, en este caso) no puede sino enseñar a los jóvenes de la mejor forma posible y en beneficio de su futuro, para que luego no sean unos patanes como él lo ha sido siempre.
También hay padres que, aun siendo tibiamente críticos con el nacionalismo, se muestran complacidos de que sus hijos, a los que comienza por llamar Jordi o Julen, se integren totalmente en un territorio que a él o a sus padres (primera o segunda generación) los acogió y les calmó el hambre que en los años sesenta traían del pueblo. Por lo que no ve inconveniente en catalanizar o eusquerizar a sus vástagos con la profundidad que sea necesaria. Tanto da si vende el alma de su hijo al diablo, privándole de libertad ideológica, y con el tiempo lo convierte en un asaltante de aulas universitarias (caso anti profesor Raja en Barcelona) o en un incendiario de cajeros y autobuses (caso kale borroka). Lo importante es que se integre y a poder ser cerca de los que mandan. Luego si hay que votar ERC o PNV se vota y punto. Luego si hay que ser independentista se es y punto.
Los cuatro últimos párrafos representan una parodia de la realidad. La realidad misma es aún mucho peor. El mundo nacionalista es un coto cerrado, asfixiante y muy ceremonioso con sus delirantes ideales, e impide a la mayoría de la población ser ella misma. Si no estuviera convencido, por haberlo vivido durante 40 años a pie de infamia, que ese pueblo no se expresaría en libertad real en el caso de un referéndum de independencia, no opinaría tan negativamente de una decisión, la consulta al pueblo, que desde un punto de vista teórico no puede encerrar mayor grado de libertad. Solo que en este caso es algo muy similar a las consultas plebiscitarias de las dictaduras, donde la libertad auténtica (como el catalán de esta serie) se halla de vacaciones en Cancún o a buen recaudo en un zulo.
Artículo publicado el 24 de diciembre de 2004
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.