Cada día nos reafirmamos más en nuestra oposición al Tratado Constitucional de corte intervencionista diseñado por la plutocracia giscardiana. Como se pueden imaginar, ni Jacques Chirac ni Gerhard Schroeder son nuestros modelos políticos. Pero esta vez, su contumacia antiliberal ha rayado en la indecencia política más obscena, al animar a la gente a votar «sí» al Tratado jacobino con argumentos profundamente hirientes al sentir generalizado de los españoles y, más en particular, de los liberales.
En primer lugar, los líderes franco-alemanes acaban de apelar, como llevan haciéndolo estos últimos meses, al miedo de la ciudadanía: votar «no» a la Constitución sería, según ellos, “interrumpir cincuenta años de construcción europea”. El dislate intelectual se descalifica por sí sólo. Si, como dicen, hemos avanzado cincuenta años sin el tratadito en cuestión, no ponerlo en marcha no supone interrumpir nada, ¿no creen? Otra cosa son los planes que tenga preparados la nomenclatura intervencionista, pero la sociedad sigue su curso libremente.
No obstante, el palo más fuerte de las críticas al «no» se lo ha llevado el liberalismo: los presidentes galo y alemán abogan por el “modelo social” de la UE frente a los partidarios de la evolución “ultraliberal”. La apuesta de los jerarcas europeístas no deja resquicio alguno a la duda: Europa “social” «sí», Europa “ultraliberal” «no». Por nosotros, el “ultra”, se lo pueden meter por donde les quepa. En cualquier caso, el razonamiento de Chirac es para nota: “Votar «sí» es elegir una Europa más social, más independiente y más potente... votar «no» es dejar el campo libre a los partidarios de la evolución ultraliberal”. Toda una declaración de intenciones de signo antiliberal.
Pero es que además, nuestros vecinos han dejado bien claro que el Tratado es netamente perjudicial para los intereses de España, ya que “el peso de Francia aumentará sensiblemente”. Si el Tratado giscardiano hace que el peso de Francia aumente “sensiblemente”, quienes vamos a ver reducido “sensiblemente” el papel de nuestro país en Europa vamos a ser los españoles. Cuando José Luis Rodríguez Tancredo (tancredismo con la Esquerra, pero también con el eje franco-alemán), apelaba al «sí» en España, argumentaba que la pérdida de peso político de España en Europa era prácticamente irrelevante. Pues bien, ya hemos visto que los franceses partidarios del «sí» exhiben orgullosos la fortaleza de Francia en el nuevo Tratado, por lo que no será tan anecdótica la susodicha pérdida de fuerza en países como España y Polonia, las grandes perjudicadas. Otra razón más para desear que el «no» triunfe en Francia y por cuanta más diferencia mejor.
Otro argumento jacobino nos lo da Gerhard Schroeder, para quien “la voz de Europa perdería fuerza y quedaría debilitada” si los franceses rechazan el texto en el referéndum del 29 de mayo. Toda una declaración de totalitarismo panfletario: Europa sólo tiene fuerza con “su” Tratado; con el de ellos. ¡Vaya demócrata que nos está hecho el canciller alemán! Fuera del tratadito “social”, ya saben: el caos.
La verdad es que estos burócratas no pueden esconder su profunda vena estatalista. Posiblemente en ella radique la razón de su existencia, dado que parecen necesitar poder, control, intervención, gestión presupuestaria, etc. a chorros para justificar su labor. No es por ello nada extraño que en esta reunión mantenida en el Palacio del Elíseo, los líderes franco-alemanes se mostraran partidarios de “controlar” las importaciones del textil chino que han “invadido” el mercado europeo, así como de la participación pública en los ámbitos de las comunicaciones y la medicina. Toda una declaración de intenciones socialistas acordes con un Tratado constitucional elaborado en los laboratorios de las élites dirigistas de Bruselas.
Autor: Smith
Publicado el 27 de abril de 2005
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