Abundando en el estupendo artículo que hoy publica The Happy Butcher en Cocaína intelectual, he decidido convertir la oración en pasiva y explicar a los lectores de Batiburrillo lo que a mi juicio debería hacer el César Bush respecto a ZP. El título lo resume, el resto de mi artículo trata de argumentarlo. Lean, lean. Pasen y lean.
A Estados Unidos no le interesa en absoluto la España del atolondrado Zapatero, un tipo nada de fiar en sus reacciones o en sus compromisos, pero Bush y su Administración hacen mal en despreciar de ese modo a quien no deja de ser el presidente del Gobierno de todos los españoles, nada menos que un conjunto de cuarenta y dos millones de ciudadanos (2005) entre los que podrían ser salvados bastantes más de diez hombres justos. De acuerdo en que ZP lleva demasiado tiempo mostrándose torpe y despreciativo ante los americanos, quienes a diferencia del propio Zapatero mantienen en alta estima los símbolos de su patria y no olvidan con facilidad a quienes los ofenden.
De acuerdo en que el mandamás socialista y su ministro de exteriores, el mentecato Moratinos (entusiasta de la necedad reiterada), se han dedicado a cultivar la amistad de los tiranos y se han echado en brazos de esos dirigentes franceses y alemanes que persiguen mangonear a la Europa toda, recibiendo a cambio de la entrega devota del socialismo hispano alguna palmadita en la espalda y algún ponte ahí detrás en las fotos de las cumbres europeas. Pero precisamente por todo ello, ahora que ya vamos viendo que la amistad franco-alemana no es el mundo de jauja que ZP suponía, es por lo que en la diplomacia americana debería saltar alguna alarma que advirtiese sobre la conveniencia de recuperar para su causa, que es la de la libertad y la democracia, a un tipo sin criterio al que le debe fastidiar bastante hacer de bulto sospechoso en la Europa de los 25.
De acuerdo en que los americanos, cuya diplomacia dista mucho de ir tambaleándose de un lado para otro como la española, han decidido darle cuerda a ZP para que se ahorque ante Chirac y luego, como es lógico, para que el alemán lo remate por si acaso. Pero yo no confiaría demasiado en la capacidad de Zapatero para decepcionarse ante ídolos de barro europeos, ya que es un individuo que no ve más allá de un palmo de sus narices. Eso es así por varios motivos: ZP posee un talante de lo más pardillo en el ámbito exterior, que ése sí es su verdadero talante; está aislado en el mundo libre y ante cualquier mandatario con un mínimo de pedrigrí democrático, de ahí su entusiasmo ante dictadores como Castro, Chávez o el moro Mohamed, y no es capaz de refrenar su odio y envidia hacia el Imperio americano y el César que lo representa (el que sea), a quienes desde siempre no les ha soportado la preeminencia alcanzada por esa gran nación a partir de políticas radicalmente alejadas del socialismo.
De modo que si llega a producirse en ZP el desengaño hacia el eje franco-alemán que los americanos esperan, ya que Chirac y Schröder (al que por cierto le quedan cuatro días) jamás decepcionan en ese aspecto, lo más probable es que nuestro presidente guarde en la recámara la idea de arrojarse en el lecho del brasileño Lula o del argentino Kirchner, a los que ha tanteado ya y sabe que puede tratar con ellos de igual a igual (eso sí, cada visita le costará mil millones), en un idioma asequible y compatibilizando la misma ideología intervencionista y sectaria de toda izquierda que se precie.
He hablado de que Bush hace mal despreciando a ZP y de que en la diplomacia americana debería haber saltado ya alguna alarma. Pues bien, reitero ambas cuestiones y trataré de argumentarlas. Y el argumento inicial sólo puede ser uno: ZP va camino de cargarse España y convertir la Península Ibérica en una zona tan desestabilizada como los Balcanes de hace una década. Si España pasara a ser media docena de estados enfrentados entre sí por cuestiones territoriales (Cataluña y Vascogadas es lo primero que reivindicarían: territorios aledaños), y la Francia sin escrúpulos de Chirac (enemigo público número uno de Europa) acabara reconociendo a uno o dos de esos estados del mismo modo que Alemania, en su día, reconoció de inmediato a Eslovenia, todo el continente europeo acabaría desestabilizado y balcanizado.
A la España desmenuzada probablemente le seguiría la Italia norte o Padania. La propia Bélgica no tiene demasiado claro su sentido nacional, los países de Centroeuropa podrían llegar a ser un hervidero. Las naciones bálticas y sus importantes minorías rusas quizá no se limitasen a ver cruzados de brazos los distintos focos de tensión y algaradas neonacionalistas. Y eso en lo que respecta a Europa, pero si a ello le sumáramos el mundo caucásico-levantisco de Rusia o el de Ucrania y además un Marruecos apetente que no para de afilar su gumía en las rocas aledañas a Ceuta y Melilla, nos encontraríamos con infinidad de conflictos hoy larvados para los que la España de ZP, desintegrada a capricho por el trío de sanguijuelas Maragall, Ibarreche, Carod-Rovira (Vélez Díez), actuaría de espoleta y referente disgregador.
No, al Imperio americano no le conviene en absoluto que el gobierno de España siga por el mismo camino de despecho, torpeza, inhibición y sonrisas huecas. Luego quien gobierna España debe ser llamado al orden y hacérsele entrar en razón. Nada de falsos orgullos. Para ello hay dos métodos, el erróneo que ahora usan Bush y su secretaria de Estado, una tipa con demasiada soberbia, y otro probablemente más eficaz para gentecilla como ZP, que es llamarle, agasajarle y en plena emisión de babas hacerle ver la realidad de su postura irresponsable no ya para su propia patria sino para toda Europa y el mundo libre. A ZP debe razonársele con cierta premura que el amo y señor de vidas y haciendas no es Chirac, ni siquiera el mafioso Polanco y su corte de agitadores, sino algo denominado sentido común muy alejado de esos socios separatistas y desestabilizadores con los que nuestro presidente se siente tan a gusto. Unos socios a los que debe alejar ya del poder, tanto en Cataluña como en el conjunto de España, y pactar la legislatura con los populares.
Quizá convenga a todos, a Bush el primero, que Rodríguez Zapatero visite Washington a la tercera señal, desde luego mucho antes de que el Parlamento catalán decida que España es el pasado; desde luego con otro ministro de exteriores que aporte al menos un miligramo de cordura. Y tras ZP, o incluso un poco antes, si bien lo ideal sería que se encontrasen allí al mismo tiempo, en la misma sala y ante el mismo presidente americano, que Rajoy se diese una vuelta por la Casa Blanca para que ambos políticos españoles, visto que Chirac jamás le pedirá a ZP que frene a gentuza como Carod-Rovira, adviertan dónde se halla el verdadero poder de decisión en lo que respecta a Europa, a la libertad y a este malhadado país llamado España. Una patria acerca de la cual muchos nos sentimos orgullosos de pertenecer. Incluso, para no perder la condición de españoles, muchos aceptaríamos que desde el otro lado del Atlántico se tomara la iniciativa de mantenerla unida aunque fuese a costa de meter en cintura a quien se la está jugando a la carta más alta y encima no se entera.
Sí, señor Bush, usted dirige un gran imperio. Pero todavía no creo que su gran nación sea capaz de controlar al unísono oriente medio y el norte de África, neutralizar a ese par de estados terroristas que son Siria e Irán, conservar posiciones en Afganistán, Corea y Pakistán, salvaguardar al mundo accidental de los peligros nucleares latentes en las antiguas repúblicas de la URSS, vigilar con ojo avizor a gente de instintos delincuentes como el venezolano Chávez, y un largo etcétera de situaciones de alto riesgo para la estabilidad mundial que aconsejan mantener a Europa en calma y, a poder ser, comenzando por España. Así que le sugiero (nada más fácil desde una bitácora) que se trague el sapo de ZP y nos demuestre a todos su condición de estadista con un par. Créame, la causa lo vale. No es plan de arreglar a un alto coste la antigua tiranía iraquí y que se nos rompa Europa por su lado más débil, el de Zapatero.
Publicado el 25 de febrero de 2005
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