lunes, 20 de noviembre de 2017

Sidi Pasqual ben Maragall al-Marroquí


Suele ocurrir a menudo que quien tiene los mayores motivos para callarse, como es el caso de Maragall, sea el primero en pronunciar ese tipo de frases que susurran al oído los duendes de la provocación, que son unos demonios pequeñitos, rojizos y enredadores que llevamos en el hombro izquierdo y ante los cuales se sienten estimulados los amantes del despropósito, así como los partidarios de disparar por si acaso y luego preguntarle ¿quién vive? al cadáver acribillado. Porque de despropósito y de ráfaga a quemarropa podría calificarse el discurso que el presidente catalán ha pronunciado en Rabat, meta volante del Forum, durante una conferencia cargada de malas ideas que no desentonan en absoluto con otras suyas anteriores, como por ejemplo: El drama está servido, frase pronunciada como amenaza en el caso de que no se cumplieran sus peticiones de todo tipo.

Una de las frases más significativas de la intervención de Maragall en Rabat rezaba (a Alá, por supuesto) del siguiente modo: Cuando los pueblos están humillados, acaban recurriendo a la violencia. Aunque las anteriores palabras las pronunció el político catalán en alusión a los palestinos, lo cual es una forma tremendamente injusta de tomar partido contra el único estado demócrata de la zona, el israelí, es probable que dejara entre sus oyentes marroquíes la sensación de que determinada violencia es justificable si se considera que el pueblo está humillado. Más de uno de los caciques locales, no obstante, pensaría que la cosa no iba con ellos, se reiría para sus adentros y mentalmente le contestaría algo así al orador: Morito no tonto, buena maña en control pueblo, si sobra gente... patera

El socialista catalán también aludió a la necesidad de acabar con la opresión para evitar que cobre impulso el fundamentalismo, término eufemístico con el que los progres denominan casi siempre a los totalitarios, y eso cuando no se lo aplican directamente a los desvalidos terroristas, sobre todo si son palestinos o de izquierdas. El asunto, la verdad sea dicha, no deja de tener cierta gracia. Maragall habló de opresión, de fundamentalismo y de pueblo humillado. También habló de oportunidades económicas para todos y de respetar sin excepciones los derechos humanos y las libertades políticas. Por supuesto, de inmersiones lingüísticas forzosas y de desprecio al contribuyente no dijo nada de nada.

Eso sí, Maragall vertió su ideología progresista nada menos que en Marruecos y ante Benaissa, ese sujeto petulante y misógino que le negó la mano a nuestra ministra de exteriores por el simple hecho de que era una mujer. Maragall, paradójicamente, soltó sus arengas en un cortijo (me resisto a llamar país a este Marruecos alhauita cuyo califa es besado en el codo y se considera poco menos que Dios), donde no se respeta nada de lo que el político comentó ni es posible que llegue a respetarse en muchas generaciones. Todos los allí presentes, incluyendo al propio orador, de inmediato estuvieron seguros de que aquellas palabras se las llevaría el siroco hacia lo más profundo del desierto, puesto que la prensa marroquí es sordomuda ante las cuestiones hispanas que no les motive lo suficiente para insultarnos.

Así, pues, ¿para quién habló Maragall en Rabat? ¿Para los palestinos? Lo dudo, le importan un bledo. Él, como mucho, subvencionaría un viaje de damas besuconas a Ramala, sede del terrorista Arafat. ¿Para los israelíes? Es posible, pero también lo dudo, puesto que en Israel hay gente muy seria que nunca consentiría impertinencias de semejante calibre sin ofrecerle al prohombre una respuesta adecuada y cargada de argumentos. ¿Irían destinados a los marroquíes esos comentarios tan en apariencia liberadores y multiculturales? No me lo creo ni mijita, y es más, si le soportaron en la conferencia fue a sabiendas de que hablaba en el interior de una cámara acorazada, de la que no se escapa ni el aire, y en espera de que cayesen dos o tres fábricas de esas que se deslocalizan de Cataluña en busca de salarios tercermundistas, que son los que se pagan nada más cruzar la verja de Ceuta.

Entonces, ¿para quien diablos habló Maragall? Está más claro que el agua, su munición y sus comentarios sobre los pueblos humillados iban destinados al partido que gobierna en España: el PSOE, que nada tiene que ver con el PSC, según palabras del propio Don Pasquale. Los sinuosos marroquíes sí escucharon con aire en apariencia complaciente a Maragall, más que nada por si caía la breva de la multinacional catalana; pero no por darle trabajo a sus obreros, que el exceso de mano de obra lo tienen solucionado a base de fuera bordas, sino porque en toda nueva construcción que se precie en Marruecos las comisiones y las ventas de terrenos enriquecen un poco más a la familia del monarca, coleccionista de palacios como el sátrapa caído en Bagdad.

Las balas del honorable, disparadas con precisión desde la capital marroquí, sin duda iban dirigidas hacia el centro de la península Ibérica y debieron de silbarle a ciertos navegantes del estanque del Retiro, que es esa especie de charco madrileño que se cruza casi andando o en barquita de remos, alguna de las cuales lleva pintada en la proa un dibujo de Bambi en actitud sonriente.

Entonces, ¿por qué citar pueblos humillados que acaban recurriendo a la violencia? ¿Por qué hablar de derechos humanos y libertades políticas? Muy simple, porque esa es la sensación que Maragall, aprovechando que en breve comenzará a debatirse el nuevo estatuto de Cataluña en el Parlament, quiere transmitirle a Zapatero respecto al estado de ánimo de los ciudadanos catalanes, quienes, según él, se sienten sin derechos ni libertades políticas con la actual situación autonómica. Desde Rabat, el hombre del PSC le envió un mensaje a ZP, como otros muchos que aún han de llegarle, para que supiese que el nuevo estatuto deberá cambiar radicalmente la situación si se quiere evitar que la población siga humillada hasta el punto de refugiarse en la violencia.

Lector: Pero todo eso de Maragall no se lo puede creer nadie, si acaso son otros los que se hallan marginados con la lengua, la educación  y la Administración en Cataluña.

Redactor: Bambi sí se lo cree, es bondadoso, siempre sonríe, dialoga mucho, tiene talante  y transige. ¿No, Berlusconi? Y lo malo no es eso, sino que el PSC puede ser el coladero de cuanto irresponsable quiera convertir la actual Constitución española en un viejo palimpsesto sobrescrito diecisiete veces.

L: Pues sabes qué te digo, so alarmista, que el pueblo impedirá con sus votos semejante tropelía. ¡Faltaría más!

R: ¡De eso se trata, amigo mío, de eso se trata! ¡Aaah!, si estuviera Aznar al mando de la nave, ya habría llamado a Maragall para preguntarle.

L: ¿Preguntarle? ¿Qué hay que preguntarle a un hombre que por lo visto lo tiene todo decidido?

R: Preguntarle dónde quiere el barco prisión, si en el puerto viejo, junto a las golondrinas o en el puerto olímpico, cerca de esos restaurantes que dan tan bien de comer y les agudiza a los catalanes su humillación y su falta de libertad. No sería la primera vez que un President acabase así, en un barco prisión.

L: ¿No será cosa de Carod toda esta trama?

R: En la sombra, es posible, pero yo diría que ahora se encuentra muy ocupado revisando informes que elaboran sus agentes del Tripartito, como el que hace poco se aireó sobre los medios de comunicación a corromper y los ya corruptos. También está preparando a fondo, así lo anunció, su candidatura a President para el 2007.

L: ¡Cuerno, sí que empieza pronto! ¿Qué pensará de todo esto Pujol?

R: Quizá esté disfrutando con el desenfreno político en su antiguo feudo. Pujol no lo reconocerá nunca, pero siente tanta inclinación hacia Cataluña como odio hacia España. Debe de ser algo parecido a lo que el matojo experimenta respecto al roble, le molesta su sombra y le gustaría ser enredadera para trepar, sobresalir en lo más alto y allí asentarse.

Artículo publicado el 29 de mayo de 2004

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