Siempre he creído que la política y quienes la practican están para servir al pueblo. De acuerdo, acepto que es un pensamiento de lo más ingenuo y que, en realidad, lo que menudea es el político aprovechado que trata de alcanzar un cargo que le permita ganarse la vida o que le aporte notoriedad, que es la siguiente etapa en las apetencias humanas cuando ya se ha conseguido el patrimonio necesario.
Según la definición anterior, el político primero buscaría el bienestar y luego la fama, que es la consolidación del bienestar, pues no hay personaje notable que no prospere de un modo u otro. Pero... ¿y después? ¿Qué viene después de la notoriedad consolidada? Sin duda la gloria, algo al alcance sólo de unos pocos mortales. La gloria, que equivale a la eternidad en el recuerdo y es como prolongar nuestra existencia en boca de otros.
Se puede llegar a la fama mediante obras destructivas, pero nunca a la gloria, frase que firmaría a gusto maese Perogrullo aunque no por ello sea menos cierta. Atila o Hitler, si en realidad fueron como nos los han descrito, son personajes históricos bastante famosos, también Stalin o Nerón, pero sus expedientes no abandonarán el negociado de la infamia, dependiente de la dirección general de los sin laureles o loas a sus acciones.
La gloria, por el contrario, implica desinterés, grandeza y amor, sea a la patria o a la especie humana, sea mediante la creación de una obra personal o la entrega generosa y eficaz al gobierno de una nación. Cervantes representaría la gloria privativa puesta al servicio de sus semejantes; su fama, además, es universal y eterna. Floridablanca, ese secretario de Estado tan desconocido como admirable, cuyo nombre suena a calle o bulevar, es quien parece el más glorioso de entre los de su especie.
En el panorama político de la España democrática hay un sinfín de personajes que han buscado el bienestar personal, la fama o la gloria, considerando cada cual, como es lógico, en qué consistía esa gloria pretendida. Como me gusta opinar, si es posible introduciendo matices polémicos que fomenten la participación (que para eso crea uno este tipo de bitácoras personales), voy a dar una relación de políticos españoles de la era constitucional y a indicar brevemente lo que opino de ellos.
-Adolfo Suárez: Fue un político honrado, no carente de valor y amor a la patria, pero desacertado en su gestión. En su afán de contentar a todos, creó las bases para la España fracturada. Se le recordará como bienintencionado y medianamente eficaz, pero muy lejos de la gloria.
-Leopoldo Calvo-Sotelo: Un político decente y gris, sin carisma alguno. Ni siquiera alcanzó la fama pese a ser una de las personas más cultas y preparadas que ha pisado la sala de un Consejo de Ministros.
-Felipe González: Pasará a la historia como un político sin moral alguna. Sobre él recaen cuantas acusaciones delictivas y corruptelas puedan imaginarse. En su etapa de ex presidente, el rencor es la característica que mejor le define. La fama adquirida en su larga etapa de gobierno será similar a la de Atila, destructor de cuanta hierba su caballo pisó.
-Manuel Fraga: Honrado, eficaz y trabajador, pero déspota y desconfiado. Es el que está más cerca de parecerse a un político profesional. No ha sabido retirarse a tiempo y ha perdido parte de su reputación, tan valiosa en otros aspectos, al incumplir la promesa de abandonar la política tras dos legislaturas. Será recordado como un buen político, pero igual que Suárez lejos de la gloria.
-Santiago Carrillo: Cínico y pragmático. Se le recordará más por sus actuaciones en la República, como la de Paracuellos del Jarama, que por su larga etapa al frente del Partido Comunista. Por su condición de sicario y genocida, la mala fama es fácilmente alcanzable para él.
-Jordi Pujol: Listo pero no inteligente, entusiasta, mezquino, equivocado, oportunista, rencoroso, ególatra y amante de su pequeña y exclusiva patria catalana. Aunque nunca lo ha reconocido, odia a España del mismo modo que el matojo debe odiar al roble, porque le hace sombra. Es el típico caso de quien prefiere ser cabeza de ratón que cola de león.
-Xavier Arzallus: Ingenioso, dogmático, cómplice, fanatizado, xenófobo y pobre de espíritu. Carece de la grandeza necesaria para valorar la diversidad. Pasará a la historia en el apartado de la letra pequeña dedicado a: Gentes de medio pelo y bichos raros
-José María Aznar: El único estadista que ha dado la democracia. Si hubiese sabido sonreír a tiempo y practicar la sutileza rozaría la perfección y la gloria. La historia le rehabilitará con creces a condición de que en su vida civil no derroche su enorme patrimonio político.
Artículo publicado el 27 de mayo de 2004
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