Hay un político catalán bastante aficionado a sugerirnos a los españoles y a nuestro Gobierno lo que debemos hacer. Desde su enfoque regional (él diría nacional), igual niega la llegada de agua a los campos levantinos, porque la derrochan, que propone la eliminación radial de las comunicaciones en España, desplazando las redes hacia la periferia, o bendice ese plan Ibarreche en el que juegan a medias el décimo del separatismo.
Ello es así, porque Barcelona no se halla en el centro peninsular, todavía, a pesar de que se extiende ya hasta Zaragoza, al menos en capacidad para influir en cuestiones hídricas y lingüísticas, como podría acreditar su corresponsal en la capital aragonesa, un tal Marcel.lí, a quien no le basta con haber hecho el trabajo sucio en el tema del trasvase, sino que un par de veces al año, alentado por el de Barcelona, proclama su deseo de declarar al catalán idioma cooficial en Aragón.
Y eso como primera medida, porque sus ambiciones apuntan a que el catalán y el vasco se junten algún día en la Navarra sur, donde ambos pueblos formarían una federación que adoptase como lengua común el francés, porque ni los viejos del lugar deberán hablarán castellano para entonces. Eso sí, cuando el idioma francés se generalice y los catalanes y vascos lo dominen a la perfección, surgirán nuevos pujoles y arzallus, seres imprescindibles en las patrias de diseño, que levantarán banderas reivindicativas y vuelta a empezar.
La última frivolidad que ha parido el político catalán de marras, un señor que de suyo acostumbra al parto múltiple en tales veleidades, es que en la Constitución española se explicite que las nacionalidades históricas son: Cataluña, País Vasco y Galicia. Ignoro si la explicitud será una meta per se o bien el primer paso de una serie que debe abrir un nuevo frente de combate, porque la mente del susodicho, entretenida en ver cómo puede hostigar y distraer al enemigo, no deja de ser de la escuela ajedrecista rusa (en su caso soviética), o sea, que lleva siete movimientos de ventaja a ese Gobierno español de su amigo ZP al que tanto quiere (léase desprecia) y al que tanto le exige.
Para concederle el rango de histórico a un territorio sólo es posible hacerlo de acuerdo a la definición segunda del DRAE: Averiguado, comprobado, cierto, por contraposición a lo fabuloso o legendario. Luego Camelot no sería un reino histórico mientras que Cataluña sí gozaría de esa condición, con independencia de su sistema político. Nada que alegar, pues, señor exigente, a su propuesta de nacionalidad histórica para Cataluña, a condición de que usted reconozca primero (explicite) que hay otros muchos territorios en España con tantas o más cualidades históricas al margen de esa GalEusCa remozada, constitucionalizada (horror de palabro), que usted pretende imponernos.
Asturias, por ejemplo, tiene mayor tradición histórica que Cataluña. El País Vasco, por su parte, jamás ha sido nación ni estado y es posible que no lo sea nunca. Desde luego a la fuerza es difícil, por más que se empeñen en expulsar población disidente los que ahora gobiernan. De modo que ya me dirá cuál es su método, aparte de un segundo idioma que también se habla en Baleares y la Comunidad Valenciana, para que unos sean verde y otros verde claro.
Ansioso estoy de que los medios de prensa reflejen sus argumentos, porque si no lo hacen y todo queda en esa frase que suena a qué guapo soy y qué tipo tengo llegaré a la conclusión de que usted mucho pío pío y poco más. Y a esos, a los del pío pío, en mi pueblo los llamamos espantajos. De modo que cada comentario suyo ira seguido de uno mío. Lástima que no me paguen por escribir estas impresiones ni a usted le lleguen para que las pueda leer, porque si fuese así sería de justicia que me reclamase un porcentaje por inspirarlas a partir de sandeces.
Artículo publicado el 6 de julio de 2004
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