Estos días, con motivo de la Comisión sobre el 11-M, algunos dirigentes socialistas han demostrado de nuevo que suelen usar con pasmosa desenvoltura la falsedad y la desfachatez. Como si tales lacras morales fuesen herramientas de precisión manejadas por expertos del engaño y el trapicheo. Como si ese estilo, trapichero y engañoso, no pudiera quedar al margen de las acciones de unos individuos que, aun cuando presumen de talante, se han convertido en auténticos trileros políticos.
Se ha de reconocer que los socialistas tienen práctica y arte, además, a la hora de la artimaña. Su escuela viene de lejos y no hay que negarles que son maestros en cuestiones como la conspiración, la propaganda demagógica y panfletaria o el pasar por íntegros a pesar de figurar claramente en el bando de los más corruptos de nuestra historia democrática. Su cinismo político llega a tales extremos, y es tal la pléyade de plumíferos pseudointelectuales que les apoyan a cambio de la soldada, que buena parte del pueblo está convencida de que sólo el socialismo redime al hombre.
Ya en el año 34, cuando los socialistas decidieron echarse al monte y promover junto a Esquerra Republicana una insurrección que impusiera en España la dictadura del proletariado (en Cataluña, según Companys, debía lograrse la independencia), Largo Caballero e Indalecio Prieto, capitostes socialistas de la época y organizadores del episodio revolucionario, acordaron que si algo salía mal debía negarse cualquier participación del PSOE. Pero no sólo decidieron eso, sino que ignorando con descaro los miles de muertos que ellos mismos habían provocado, acabaron tergiversando la situación y culpando al Gobierno de Lerroux de represalias fascistas y asesinatos múltiples que jamás se cometieron. Lo que fue defensa de la legalidad republicana, y de la España democrática, a manos de la propaganda socialista se convirtió en crímenes de Estado.
Con tales antecedentes, y muchos más de similar bajeza moral, no es de extrañar que hoy, cuando los socialistas nos intentan engañar una y otra vez, algo que hacen con la misma naturalidad con la que respiran, sean radicalmente conscientes de que sus mentiras apenas se sustentan si son analizadas incluso en la superficie, sin llegar a escarbar demasiado en la farsa de sus posturas. Pero aun así, como si lo necesitasen porque la decencia les produce urticaria, perseveran en la añagaza a sabiendas de que les resultará lucrativa y de que una parte importante del electorado no sólo les creerá con fe ciega, sino que al mismo tiempo se convertirá en caja de resonancia.
Así, pues, a algunos dirigentes socialistas no les importa quedar como bellacos ante ciertos analistas de opinión, ya que éstos son apenas unas docenas y sus votos valen lo mismo que los de cualquier grupito de gente confundida y crédula. Por otra parte, la izquierda tampoco desconoce que las columnas de prensa que les son adversas quedan neutralizadas con creces por su abundante nómina de paniaguados. Y es que los socialistas saben de sobras (y saben que muchos lo sabemos) que su acceso al poder se sustentó en la consigna falsaria y en la manipulación, o en algo peor que no me atrevo ni a sugerir, y que su continuidad en el gobierno de ciertas instituciones depende en buena medida de que se les vaya refrescando a los votantes aquellas ideas anti PP que tan buenos resultados les dieron y tan grande estafa supuso para el conjunto de la sociedad española. De ahí que la mentira se haya convertido en algo imprescindible para estos politicastros.
Otra muestra de la falsedad que no cesa son las declaraciones del portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea Regional de Murcia, Juan Durán, que han batido el record de cinismo y desvergüenza al afirmar que la convocatoria a manifestarse en Murcia capital quiere confundir a la sociedad utilizando partidistamente el deseo de Agua para Todos. Durán insistió en que los convocantes tienen que exigir al PP y a Valcárcel que abandonen su estrategia de confrontación contra todos (¿?) y que se alinee con aquellos que defienden las medidas aprobadas por el Gobierno, ya que el trasvase del Ebro es historia, y ahora hay que hablar del presente y del futuro.
Con sus embaucadoras declaraciones, que tachan poco menos que de malhechores a los convocantes de la concentración (Plataforma del Agua), Juan Durán demuestra que se siente molesto (y teme ser mal visto por su partido si no reacciona como lo hace) ante la idea de que el PP utilice, por una buena causa, una pequeña dosis de las manifestaciones que el PSOE usaba a diario contra el Gobierno del señor Aznar. Sólo que aquí, en la postura del socialista Durán, a la desfachatez proverbial de su grupo político podemos añadir la costumbre usada desde el año 34 por la izquierda y el nacionalismo: ¡Se debe culpar a las víctimas cuando convenga a nuestros intereses! Que al fin y al cabo es lo que hace el impresentable Durán: Culpa a las gentes que necesitan agua (víctimas) y las convierte en instrumentos manipulados por el PP contra el Gobierno de Zapatero, un Gobierno que decidió anular por decreto (jamás se lo perdonaremos los levantinos), sin ningún tipo de negociación con los afectados, nada menos que toda una Ley Orgánica del Plan Hidrológico Nacional. Un Plan consensuado con la mayoría de los usuarios y del que ya se había ejecutado alrededor del 30%.
¡Serán sectarios, fanáticos y trileros!
Artículo publicado el 6 de agosto de 2004
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