miércoles, 22 de noviembre de 2017

El Panocho, diario independiente de la mañana y de sus lectores


Estoy decidido a editar un diario en panocho, que es esa jerigonza que conocen diez o doce murcianos y que a veces se habla, cuando hay ganas de jolgorio huertano, en los alrededores de la capital del Segura, una ciudad que ya sobrepasa los 400 mil habitantes y está rodeada de varios pueblos grandotes. Quiero sacar la publicación porque sé que del gobierno autonómico recibiría mis buenas subvenciones, como ha recibido durante muchos años el Avuí catalán, y que al cabo de un tiempo, cuando tuviese una deuda de más de 7.000 millones de pesetas (para entendernos), aún me soltarían una pasta y además buscarían una empresa para que comprase mi apreciado diario. Porque será apreciado a más no poder, y valorado, como el primer medio periodístico que defenderá un hecho diferencial tan sumamente valioso como es el panocho.

Mientras tanto, entre la aparición del periódico y su proyectada quiebra por falta de lectores, me dedicaré a vivir del cuento, a tener influencia en la Región de Murcia -prácticamente la única que no presume en España de ser una nación-, a comerle el coco a cualquiera que opine contra el Poder territorial, al que sin duda apoyaré incondicionalmente, y, lo más importante, a darme la gran vida asistiendo a cuanto acontecimiento social se celebre. Porque, claro, ¿quién va a dejar de invitarme siendo yo el editor de El Panocho?

El panocho, como idioma (¡qué disparate!), suele usarse para soltar un discurso cachondo, que nadie entiende aunque se ría, en las fiestas del Bando de la Huerta, que es una de esas celebraciones de primavera, junto al Entierro de la Sardina y la Batalla de Flores, donde los murcianos instalan barracas a lo largo del malecón y se pasan varios días observando, y bebiendo para olvidar, cómo el río Segura lleva la misma agua que una meada de gato.

Y eso en Murcia, a la altura del puente viejo, que si preguntásemos a alguno en la alicantina Guardamar, donde teóricamente desemboca el río, probablemente nos contestaría que el Alcalde del pueblo ha sacado fotos del cauce, seco hace años, y se las ha enviado al que ahora manda en España, un tal Maragall, que es ese político tan socialista él y tan solidario, como su lugarteniente ZP, cuya propuesta es que al Sureste ni una gota de agua, que la derrochan. No me extrañaría que el Alcalde de Guardamar, o incluso el de la misma Orihuela, hubiese escrito en el reverso de las fotos: Pascual, cacho forumculero (del Forum de las culturas), si quieres que ahorremos agua, no malverses tú el dinero, porque para derrocharla hay que tenerla primero.

El eslogan del diario El Panocho aún lo estoy pensando, no sé si pondré Murcia, qué hermosa eres, y qué seca,  Murcia, la región que pudo tener la madre de las huertas y se la cargó el sociata o Murcia, lo que podrías ser si te hubiera dejado ese rácano (valen todas las acepciones) del norte. Quizá me decida por uno de los últimos eslóganes, porque el diario, ante todo, necesita un enemigo al que atizarle en los editoriales y en las columnas de opinión, que serán abundantes aunque luego no se lean, porque si no es así, a ver cómo narices justifico el déficit y la bancarrota. Sí, sí, unos cuantos columnistas renombrados y algunos traductores y a triunfar en el logro de una brillante quiebra.

Desde luego el diario saldrá con una tirada inicial de 200 mil ejemplares y no me cabe la menor duda de que tendrá una utilidad extrema para la región. La gente no lo leerá, eso seguro, pero... ¿y lo bien que va a venir en las cocinas para poner la hojita en el fondo de la bolsa de plástico del cubo de basura? Sin duda admitiré publicidad institucional por un tubo, siempre en panocho, con lo cual fomentaré la creación de puestos de trabajo en el ámbito de la traducción, donde se creará escuela a partir de la cual se solicitará a la Unión Europea la correspondiente subvención y la instalación en Murcia, ¿qué otra ciudad con tales méritos podría disputársela?, de la Escuela Oficial de Traductores de la Europa de los 28, ya que para entonces (me froto las manos) se habrán sumado Bulgaria, Rumanía e incluso Turquía. Serbia y los ex yugoeslavos estarán en puertas.

Estoy pensando también en crear un grupo multimedia, que quizá llame Afonicento. Con las emisoras de radio puedo contar desde ya, porque las frecuencias las reparte el gobierno autonómico y el asunto está chupao. En cuanto pueda pediré uno o dos canales de televisión. Mejor dos, uno en panocho (primera cadena) y otro en eso que llaman castellano pero que aquí tendrá poco futuro. La editorial vendrá de inmediato, que sin duda saldrá favorecida en cuanto los libros de texto, por ley, sean en panocho. Y finalmente, como concesión a las nuevas tecnologías, se creará un portal de Internet, por supuesto en panocho, donde irán alojadas numerosas páginas en dicho idioma, incluyendo unas cuantas bitácoras o blogs, desde donde igualmente podrán descargarse las numerosas aplicaciones que haya versionado Microsoft en el idioma del futuro. ¡Anglófonos, temblad! ¡Castellanufos, no sabéis lo que os aguarda!

¡Cuerno, ahora que lo pienso, igual sale bien y me forro sin necesidad de quiebra! ¿No, Polanco?

Artículo publicado el 15 de junio de 2004

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