La consejera de cultura de la Generalidad catalana, Caterina Mieras, declaró que está trabajando con humildad (¿?) para el retorno de los legajos catalanes del Archivo de Salamanca. Añadió luego que se ha reforzado el diálogo y la voluntad de consenso (no aclara con quiénes) y concluyó afirmando que todo este proceso reforzará (sic) el Archivo de Salamanca.
Veamos, doctora (digo doctora porque la tal Mieras es médica), aparte de usar como herramientas quirúrgicas la humildad, el diálogo y la voluntad de consenso, meros placebos con los que sin duda pretende confundir al paciente y cobrarle la intervención, está claro que su propósito es conseguir del Archivo de Salamanca unos legajos que quebrantarán la unidad de dicho archivo, que es algo así como amputarle un miembro a cualquier enfermo sano que haya pasado por sus manos de cirujana.
Considerando que en los tiempos que corren las copias facsímiles son prácticamente irreconocibles de las originales y además existen otras opciones reprográficas para duplicar ese órgano que usted quiere extirpar, ¿le gustaría aclararnos por qué su intervención reforzará el Archivo de Salamanca?
No, no conteste ahora, hágalo después de la publicidad, período en el que observaremos cómo se nos atonta con las declaraciones que usted difunde, hasta hacernos creer que se puede correr mejor con una sola pierna y que nuestro organismo ha quedado reforzado tras la amputación de la otra.
Si no tuviese usted, señora Mieras, cierto prestigio en el ámbito donde se mueve (con las dos piernas, supongo), diríase que su frase recogida por la prensa llega al súmmum de la idiocia, patología que usted, como eficaz doctora que es, sabrá que corresponde al trastorno caracterizado por la deficiencia profunda en las facultades mentales. Y frases como las que usted pronuncia: El Archivo de Salamanca quedará reforzado, aunque sin duda no es su caso y no fue más que un resbalón, no es posible emitirlas sin estar uno afectado por la deficiencia profunda.
Luego lo suyo no es cosa de ideas profundas, sino más bien superficiales y etéreas, como las que practica su jefe de filas, Don Pascual, o del lugarteniente que éste posee en ese gobiernillo del resto de España (que conste que lo de resto se lo oí a su jefe), que algunos malintencionados aseguran que responde al nombre de Don ZP.
Por otra parte, estoy convencido de que ya ha emprendido usted el diálogo y puesto en práctica la voluntad de consenso para devolver a los aragoneses cuantas obras de arte, la mayoría de carácter religioso, fueron expoliadas de las iglesias de La Franja que pasaron a Aragón, en una decisión del Vaticano, y que hasta no hace mucho habían permanecido dependientes de los obispados catalanes. Es decir, cedo las parroquias por orden papal, pero antes cargo varios carros con su contenido y, como un Alarico cualquiera en el saqueo de Roma, me lo llevo a mi pueblo y lo deposito en el museo diocesano.
No, si ya sé que usted no conducía ninguno de los carros, aunque probablemente vio pasar el desfile triunfal y permaneció en silencio; sin embargo, en aras de implementar su denominado proceso de refuerzo (¡Jo que frase!, puritito sociata), ¿podría informarnos de cómo van las negociaciones con los obispos catalanes que deben enviar de vuelta los carros a Aragón? Llenos, naturalmente. Sí, sí, ya sé que usted insiste a diario, pero... ¿cómo va el tema? Y no me conteste aquello de con la Iglesia hemos topado.
Y abundando en su generoso talante y fervoroso deseo de diálogo, ¿qué tal andamos en el proceso de refuerzo de la devolución a Zaragoza de los legajos que les correspondan en el Archivo de la Corona de Aragón? ¿Y a Baleares y Valencia, no les pertenecerá algo? Porque sabrá usted, doctora, que ahí, en Barcelona, en la calle Almogávares 77, tienen ustedes la totalidad de un archivo que debería, usando el mismo método del cara gano yo, cruz pierdes tú, ser repartido con los señores aragoneses y acaso con algún otro antiguo reino integrante de la Corona.
Me dirá usted que ese archivo de la Corona de Aragón no es de su competencia, que la titularidad pertenece al Estado (¡Toma! Como los de Salamanca y Monjuic), Estado que se gastó una buena pasta en levantar el magnífico edificio que lo aloja. Aunque estoy seguro que usted, con su capacidad de diálogo y su buen talante, ya ha contactado con Don ZP y le ha pedido por escrito que se lleven de Barcelona lo que no les corresponda poseer. ¿No es así, Doña?
Artículo publicado el 19 de junio de 2004
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