Casi todo el mundo tiene claro que Zapatero ha aplicado el decretazo al Plan Hidrológico por imposición de Maragall, personaje que a su vez, como condición indispensable para acceder a la presidencia de la Generalidad catalana, sufrió un torcimiento de brazo propinado por ERC. Bueno, la verdad es que tampoco se lo dejó torcer demasiado, como mucho una ligera presión en el codo, porque don Pasquale, en pleno uso de esa demagogia que le caracteriza, ya había dicho en alguna ocasión que a los del sur ni agua, que la derrochan.
El comentario de Maragall, aunque no exento de mala leche, en su momento parecía más bien el fruto del apasionamiento electoral de un candidato que iba a por todas, con la quinta puesta, y así se lo tomaron muchos de sus votantes de origen murciano y andaluz. Otra cosa bien distinta es que las declaraciones las hubiese efectuado investido de President, en cuyo caso habría motivos más que sobrados para pasearse a diario ante el Palau, exigiendo su dimisión. Lo que ocurre es que Esquerra le cazó a lazo la idea y con ella reforzó su propio concepto de negar el agua a la España que no le es simpática y, si hubiesen podido, el mismo aire que respiran; eso sí, la filosofía de los republicanos nacionalistas es aplicable mientras determinados territorios se consideren España y no pasen a integrar el Imperio carodingio, o sea, Els Països Catalans.
Pero como los totalitarios de Carod eran muy cucos y no se fiaban ni de su sombra, cuanto menos de la del frívolo Maragall, exigieron que en el acuerdo nupcial entre ERC y el PSC se reflejara el finiquito del asunto del Trasvase. El candidato de los nacionalsocialistas (a cada cosa por su nombre), bajo el síndrome de o me caso ahora o no me casaré nunca, aceptó en las capitulaciones matrimoniales una imposición que a los de Esquerra les ha permitido decidir quien bebe agua en España y quien pasa sed. Así, pues, aunque acunado amorosamente por el propio Maragall, es Carod el que ha evitado que llegue el agua hasta esos pueblos sedientos del levante español, como así se han encargado de denunciar públicamente los presidentes autonómicos de Valencia y Murcia.
Aparte de su doble nacionalidad en cuanto a los progenitores, papá aragonés y mamá catalana, oriundos ambos de regiones donde abunda la oposición al trasvase porque entre sus habitantes ha menudeado la andanada sectaria, no acabo de entender qué motivos de peso pueda tener Carod para desear que a una amplia zona de Valencia no se le facilite parte del agua que ahora se tira. O hay mucho odio residual hacia el PP, y se quiere destruir sin más uno de sus grandes proyectos, o el caso de Carod obedece a razones maquiavélicas e inconfesables.
Veamos, entendería que Carod se opusiera a la llegada de las aguas del Ebro hasta los campos de la provincia almeriense, que al fin y al cabo quienes los cultivan son gentes muy alejadas del Cap i Casal, Barcelona, y los miles de almerienses radicados en el feudo de Carod votan como un solo hombre al PSC e ignoran a Esquerra, a pesar de que Roviretxe se queda afónico en cada campaña proclamando algo así como que catalán puede serlo cualquiera con tal de desearlo, al menos hasta que introduzca la papeleta en la urna.
Entendería también que Carod negase el agua a los murcianos, aun cuando en Cataluña viven más de 300 mil de ellos y algún voto despistado quizá haya caído en su candidatura. Por otro lado, el altiplano murciano, cuyas localidades más importantes son Yecla y Jumilla, formarían parte de ese imperio Catalán que Carod proclama como deseable. Luego el caso murciano, al menos parcialmente, ya no está tan claro. Y más si tenemos en cuenta que el Atlas lingüístico de la Gran Enciclopedia Catalana, en cuya redacción se asegura que participó el propio Carod, adentra fantasiosamente el uso del catalán hasta Jumella y Iecla, que es como denomina a las dos poblaciones murcianas; eso sí, lo hace a su modo mientras exige que todo bicho viviente pronuncie Girona y Lleida.
Lo que no me cabe en la cabeza por más vueltas que le doy, y reconozco que en esto de la política uno es de infantería, donde jamás se tiene acceso a la estrategia del Alto Estado Mayor, es cómo demonios puede justificar Carod que a esas comarcas tan necesitadas de agua del País Valencià, sobre todo las alicantinas, no sea bueno que les lleguen las sobras de lo mucho que se tira en Deltebre.
Carod, que hace poco paseó su propia imagen en procesión por las calles de Valencia y pidió unidad y solidaridad entre los Países Catalanes, está claro que actuó allí con una hipocresía digna del personaje que semanas antes había firmado un pacto con Maragall, donde se incluía la desaparición del trasvase del Ebro. Sí, Carod pregonó en Valencia, con suprema doblez, una solidaridad que no sentía, como bien se ha demostrado ahora. El republicano, solidario de boquilla y de salón, nunca deja de actuar como esos políticos socialistas que en campaña electoral prometen algo en una comunidad y lo contrario en la comunidad vecina. Sólo que el tripartítico va por la vida en aparente actitud de mans netes (manos limpias) y su dualidad moral resulta tan clandestina como perniciosa.
Diríase que Carod busca la anexión de la Comunidad Valenciana por sometimiento a la potente Cataluña. Se trata de usar las clásicas ideas totalitarias de cualquier nacionalismo, en las que el expansionismo nunca intenta alcanzarse en pie de igualdad, sumando voluntades, sino por avasallamiento y sumisión del territorio ambicionado. Diríase, asimismo, que al nacionalista catalán no le interesa para nada que la región a engullir sea próspera y se encuentre en manos de un rival político que lo esté haciendo bien. Prefiere el caos, que comportaría la eliminación del PP en Valencia, y un rastro de miseria necesario para entrar como liberador y asentar sus reales para los restos. En el fondo, no es más que el típico método nazi.
Como decía el clásico, el débil tiende a caer en la esclavitud y el esclavo a plegarse a los deseos de otros. Apunta un proverbio hindú: El árbol deshojado es el amante de los ciclones. De modo que, según esa filosofía de la rendición incondicional que algunos nacionalistas desean poner en práctica, con Carod al frente, lo mejor para que el árbol se deshoje es dejar de regarlo. A los del sur, ni agua, que prosperan y no podemos someterlos. Tradicional método que determinados socialistas, otra secta destructiva, llevan más de 20 años usando en Extremadura y Andalucía, dos regiones en las que el ciclón sopla con fuerza.
Artículo publicado el 20 de junio de 2004
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