A pesar de que he pasado una noche toledana luchando a brazo partido con uno de esos mosquitos de verano, me refiero a los que son de a palmo y te zumban la Internacional en la oreja (mosquitos que en mi pueblo no pican sino que dan coces y además enseñan pancartas del No a la Guerra si enciendes la luz), ignoro por qué extraño motivo hoy me he levantado bueno. Bueno de bondad, de esa bondad que casi rozaba el éxtasis en los niños, y en algún adulto, cuando hace años salían del cine después de ver una película bíblica en Semana Santa.
Así que aprovechando que tengo la bondad subida, que no sé si me la habrá inoculado anoche el mosquito en alguno de sus alunizajes sobre mi rostro, hoy no voy a darle el repaso consabido al Gobierno del Estado español ni a ninguno de los razonables presidentes de las nacionalidades periféricas; qué digo nacionalidades, naciones y no se hable más. Porque España (con perdón), como nación de naciones que es... (leñe, por aquí no voy bien, sólo me apoyará el señor Montilla), veamos: Porque España (lo siento), que está claro que no existe y no es más que una entelequia al servicio de la derecha cavernaria (esto está mejor), tiene el más brillante de los futuros en cuanto se le dé a cada cual lo que pide, que es lo que acertadamente se propone hacer el señor Rodríguez Zapatero, nuestro comprensivo presidente.
Si los nacionalistas vascos quieren aprobar lo que se conoce con simpatía popular como el Plan del señor Ibarretxe, que Dios guarde, pues nada, con los votos socialistas del PSE se aprueba en el Parlamento vasco, luego en las Cortes con los del PSOE y los de otros grupos de doctos políticos, y finalmente se lleva a referéndum. Un referéndum donde el Gobierno central hará bien en aportar su buen dinero para promover el sí al citado Plan. Más tarde, cuando los vascos coloquen sus aduanas para que, como es lógico y natural, los exportadores expañoles, repito expañoles, no les entren por la cara las naranjas y los tomates, el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero negociará con buen talante (en su caso es imposible que sea malo) un convenio de cooperación internacional en el que a cambio de cada quintal de tomates que llegue a Euskal Herria (a que suena bien) ellos puedan enviarnos seis camiones de herramientas, utillajes y electrodomésticos cuya importación subvencionará el gobierno de Expaña para que la industria vasca no decaiga.
Que ocho desgracios disidentes vascos no acaban de aceptar un Plan tan justo, promovido por un gobierno tan desprendido como el del señor Ibarretxe, pues sin problema alguno, el señor Rodríguez Zapatero, sin perder la sonrisa, se hará cargo de esos ocho(cientos mil) amargaos de no se sabe qué (que mira que los hay caprichosos) y los colocará en Expaña o en Marruecos, que para entonces, gracias a la magnífica labor del ministro señor Moratinos, se habrá invertido la dirección del flujo de pateras y serán muchos los expañoles que traten de llegar a las costas de Ceuta, ciudad cedida con buen talante a la pujante democracia marroquí de S.M. Mohamed VI, Comendador de los Creyentes.
Que el tolerante gobierno del señor Ibarretxe es mirado con alguna suspicacia en la Comisión Europea o en las cumbres de mandatarios (que hay que ver esta gentuza de Europa que no comprende la diversidad), pues tampoco pasa nada, el señor Rodríguez, como presidente de Expaña, acompañará al honorable Lehendakari, al que sonriente le llevará la cartera, en una gira europea que tendrá como objetivo la entrada, en principio, de cuatro nuevos miembros: Euskal Herría, Països Catalans, Nación Andaluza y Nación Galaica.
Y digo en principio, porque uno de los planes del señor Rodríguez Zapatero que mayor aceptación y simpatía está despertando entre los ciudadanos es su deseo de respaldar la multiculturalidad ibérica de otras treinta y dos naciones más, entre las que destacan, con planes ya muy avanzados de independencia, la nación de Cartago-Mastia en el litoral sureste, el Imperio leonés, la Federación jerezana, el Estado independiente y casi asociado de Mérida, la Confederación de comarcas góticas de Torredonjimeno y un nuevo estado surgido en lo que otrora fue provincia de Albacete, cuyo presidente señor Bono ha creído conveniente, tras multitudinaria aceptación popular, ponerle un nombre variable según la situación meteorológica que impere, de modo que cuando haya sequía se llamará Hansa de Tobarra y cuando llueva mucho la Hansa pasará a ser de Tobarro.
Eso sí, sólo la Liga Republicana de Guadix gozará de la posibilidad de exhibir en su museo nacional la medalla de plata ganada en Atenas por Paquillo Fernández, que para cada entrenamiento solicitará un visado al consulado de Andalucía, puesto que el reducido territorio de la Liga Republicana de Guadix no permitirá entrenamientos de 20 kilómetros y mucho menos de 50, aunque sean de marcha. Y es que, en el fondo, a todos nos va la marcha.
Continuará, o no.
Artículo publicado el 20 de agosto de 2004
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