Anasagasti dice que Ibarretxe no debe acudir a la cumbre de presidentes autonómicos porque lo que busca Zapatero es que el lendakari esté a la misma altura competencial que Murcia. Nosotros preferimos una relación bilateral a una multilateral, que es como una especie de arroz con pollo. A mi juicio, Ibarretxe no debe acudir a esa cumbre. Ya está bien de imágenes. Hay que ir al fondo de la cuestión, que no es más que volver al 78. Cataluña, Euskadi y Galicia son naciones y el resto es la España pura.
Lo primero que uno piensa de las declaraciones de Anasagasti es que no debe conocer la región de Murcia, y por lo tanto ignora la magnífica calidad de vida que allí existe, de ahí que cite a la comunidad del sureste para hacer la comparación. En Murcia, que es un territorio donde cabría la totalidad del País Vasco y aún sobraría sitio para meter una provincia casi del tamaño de La Rioja, se respira un espíritu de libertad que el senador del PNV, mientras gobiernen los suyos, probablemente jamás disfrutará en su tierra. La capital murciana, por ejemplo, que ya es mayor que Bilbao, es una ciudad limpia, luminosa, acogedora y que además huele bien, porque está rodeada de huerta y en sus calles abundan los naranjos ornamentales que desprenden aroma de azahar.
Anasagasti habla de competencias y ahí le traiciona el subconsciente de individuo totalitario. A la hora de valorar el verdadero bienestar de la ciudadanía no sólo influye la capacidad de gasto que tenga un territorio. De nada vale poseer más riqueza y mayores competencias si sólo se sienten seguros y felices los adictos al régimen que hace tantos años somete a Euskadi. Los disidentes, que son la mitad de la población, en muchos casos sufren con horror el régimen nacionalista y acaban por marcharse, como lo demuestra el hecho de que año tras año el País Vasco pierda población absoluta, al contrario de lo que ocurre en Murcia.
El fondo de la cuestión que cita Anasagasti queda muy lejos de esa vuelta al 78 que él reivindica. Si su partido fuese verdaderamente democrático, ese fondo estaría mucho más cerca si en el País Vasco se respetasen todas las ideas políticas y no se permitieran la extorsión o las amenazas a los rivales. De hecho, aunque suene a exagerado, a diferencia de Murcia, que goza de plena libertad desde hace más de cinco lustros, en Euskadi aún no han conocido algo parecido ni de lejos, puesto que unos años antes de que falleciese el dictador Franco, con todo lo que ello representa, ETA y su entorno marcaban ya la pauta de lo que sería un régimen totalitario que desde siempre ha buscado un único objetivo: Lograr la independencia a través del adoctrinamiento a la población y ocuparse de mirar hacia otro lado en los episodios de violencia que tanto les han favorecido.
La relación bilateral que pide Anasagasti con la España pura, porque lo demás, según él, es arroz con pollo, demuestra de nuevo que lo que quiere su partido es una correspondencia entre dos estados y que el resto de la pureza, aunque incluya de rebote a Cataluña y Galicia, le trae al fresco. Da la sensación de que el político estuviese pidiendo para los suyos una paella bien cargada de mariscos y que hiciese ascos al pollo.
La mezquina declaración del senador me recuerda el viejo chiste de una pareja de gitanillos que entra en un bar y el hombre se dirige al camarero: Ponme un bocadillo de jamón y a ésta -señala a su acompañante- le pones uno de chorizo. La gitanilla, como es lógico, protesta a su hombre y le dice: ¡Oye tú, que a mí también me gusta el jamón! A lo que el roñoso machista le contesta: ¡Toma, y a ése y a aquél y a todos! Pues eso mismo es lo que hace Anasagasti con su método nazi, se pide un bocadillo de jamón y a los demás nos reserva los de chorizo.
Si no fuese porque el nacionalismo vasco, que cada día se asemeja más al puro fascismo expansionista -seguro que intentaría ir a por los territorios que rodean al País Vasco para formar su Euskal Herria, lo cual representaría desestabilizar casi todo el norte de España-, con mucho gusto abogaría por darles la independencia y que se cocieran una buena temporada en su propia salsa, o indefinidamente. Eso sí, lo sentiría muchísimo por Álava y por los miles de ciudadanos que en toda Vasconia aún se confiesan españoles a pesar de vivir permanentemente machacados por los déspotas como Anasagasti, un personaje que debería preguntarse porqué los vascos se marchan a la "España pura" y abandonan ese paraíso que sólo los nacionalistas reconocen como tal.
Artículo publicado el 23 de agosto de 2004
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