Uno podría escribir sin empacho sobre la pataleta que han montado Maragall y Carod a cuenta de las versiones de la Constitución europea enviadas a Bruselas por el atolondrado Gobierno. Versiones que, sin cambiar una coma pero dándoles distinto nombre, traducen la futura constitución de Europa, ésa que ya veremos si se aprueba, a las lenguas valenciana y catalana.
Creo que la rabieta de los tripartíticos se produce más que nada al sentirse engañados por ZP, no tanto porque éste lo haya maquinado así sino debido a su incapacidad, lo cual no es nada extraño teniendo en cuenta que quien preside el Gobierno es un personaje dado al artificio y a la solución facilona. Alegan los del Govern>, no sin cierta razón, que si los idiomas son exactamente iguales qué sentido tiene cambiarles la tapa y llamarle a uno valenciano y al otro catalán. Lo que pasa es que en las versiones puestas a disposición del usuario en la Web de la Moncloa sí se advierten numerosas discrepancias entre un texto y otro, que es lo que al parecer aún les fastidia más a los nazis y les chafa la guitarra de una de sus coartadas opresoras: La lengua del Imperio catalán, también llamados Països en espera de.
Aunque para mayor escarnio de ZP hacia sus socios, según he leído no recuerdo dónde ni falta que hace, el texto que se ha enviado duplicado a Bruselas es el que corresponde a la versión valenciana. Todo un cachondeo visto desde fuera, sin duda producido inadvertidamente por el tarambana ZP o por cualquiera de sus incompetentes segundones, y todo un arrebato de esos sectarios monolingüístas que son Maragall, Carod y su monaguillo Bargalló, valga el semi pareado. Así, pues, lo primero que uno piensa es: ¡Que se fastidien, ya va siendo hora de que prueben un poco de su propia medicina!
En este asunto de la hipotética unidad lingüística entre el catalán y el valenciano, Manel Gonzalbo Al Kaafr es quien nos ofrece un magnífico artículo en Hispalibertas, muy argumentado y razonado, al tiempo que deja bastante despejado el tema. Debo aclarar, no obstante, que soy de los que siempre ha opinado que se trataba del mismo idioma, sobre todo considerando el hecho histórico de la conquista de la región levantina por los catalanes. Nada más lógico que aportar el habla propia a los habitantes del territorio que se ha conquistado, como sucedió, por ejemplo, con el español en América. Pero claro, uno se crió en Barcelona y mamó en las fuentes pompeyanas, de Pompeu Fabra.
Sin embargo, poco a poco he ido entrando en el terreno de la duda, especialmente a partir de que César Vidal, historiador y políglota reconocido, se haya decantado radicalmente, y en varias ocasiones, a favor de considerar distintos aunque parecidos a los idiomas catalán y valenciano. De modo que a partir de ahí he procurado informarme un poco más y hoy, aunque persisten mis dudas, tiendo a creer que ambas lenguas nacieron casi al unísono a partir de un latín vulgar que evolucionó en los territorios ocupados por los musulmanes, que no árabes, y que convivió con el propio idioma agareno que la administración omeya y sucesivas adoptaron como lengua oficial.
Existe una Web bastante potable, que además está manejada por gente sin ánimo de lucro -lo que le da credibilidad a diferencia de esos estudiosos y expertos catalanistas subvencionados hasta las cachas desde los primeros tiempos de Pujol-, en la que se afirma, entre otras cosas interesantes, que el valenciano es 400 años más antiguo que el catalán. No sé si los de “Lengua Valenciana Sí” (nombre de la versión castellana) exagerarán o mentirán, pero al menos aportan argumentos que más de uno debería conocer antes de tachar de “imbécil o hijo de puta”, como nos cuenta David Millán en su bitácora, a quienes no comparten la idea de un mundo pancatalanista proyectado por quienes no tienen suficiente con lo propio, sino que como en cualquier nacionalismo al uso, y el de Maragall lo es en esencia y en presencia, se reservan para sí un área de influencia que les permita expandirse en años venideros.
A fuerza de adoctrinamiento y falsedades, auténtico cáncer de nuestra sociedad española, los nacionalistas catalanes llevan muchos años haciéndole creer a su pueblo que el enemigo es España, un territorio medianamente bueno, según ellos, sólo para venderles los productos a precio casi de monopolio y abastecerse de materias primas pagándolas a coste de jornalero, que es lo que ha ocurrido en los últimos dos o tres siglos y ello les ha enriquecido y despertado la soberbia y el pretender ser más que los demás. Pero llegada la hora de pedir a otras regiones que les acepten la iniciativa de ser para ellos la “madre patria”, a los nacionalistas catalanes se los llevan los demonios si alguien les dice que no, y además se les rebate el ser considerados como tal. Y este es el problema de fondo.
Moraleja: Para un valenciano, o al menos para la mayoría de los que conozco, existe el mismo rechazo hacia los actuales gobernantes de Cataluña, a quienes se les adivina el instinto matón y arrabalero, que el que sienten los propios nacionalistas catalanes (no confundir con catalanes normales) hacia la, por ellos, odiada y vituperada España. Naturalmente, aquí prevalece el sentido común, sin que haya mediado entre los valencianos adoctrinamiento alguno, a pesar de esa TV3 y otros medios infiltrados en Valencia, sobre todo en las universidades, que no cesan de difundir toda clase de moralina pro Països Catalans.
Artículo publicado el 6 de noviembre de 2004
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