Es posible que algunos no me crean o piensen que exagero, pero ahora mismo cambiaba a ZP por Ariel Sharon y ofrecía un par de Montillas de regalo. Hoy he leído una noticia de hace dos o tres días que demuestra algo importante y admirable: Que Israel posee un gobierno en verdad democrático, algo que no sucede en mil kilómetros a la redonda del estado judío, y que Sharon, contra lo que digan algunos infames de la izquierda anti sionista, es un hombre poco belicista, con un gran sentido común y que mantiene las ideas claras y el talante firme. De ahí que yo lo cambiase a gusto por un tal Rodríguez Siseñor, personaje de poco o ningún calado y con ideas confusas que va improvisando o rectifica a cada momento.
Aquí, en España, la democracia alcanza sólo hasta las puertas del Congreso de los Diputados o del Consejo de Ministros, porque una vez dentro de ambas instituciones ni ahora se respeta como debiera la opinión de la mayoría parlamentaria, cumpliendo a conciencia los reglamentos (véase el caso del impresentable de Esquerra que comenzó su perorata en catalán a sabiendas de que lo hacía fuera de norma), ni en la mesa del Consejo los socialistas elaboran disposiciones que respeten leyes de superior rango, como ha sucedido con la Ley Orgánica de Calidad de la Enseñanza, paralizada a capricho mediante un real decreto, cuando lo correcto y democrático hubiese sido la aplicación de la LOCE hasta su sustitución por una nueva ley.
A diferencia de lo que le ocurrió a Maragall con el asunto Carod o a lo que previsiblemente pueda sucederle a Zapatero cuando toque deliberar asuntos de verdadera importancia como es la reforma de la Constitución, a Ariel Sharon no le ha temblado el pulso para destituir a dos de sus ministros que se mostraban contrarios a aprobar el Plan de retirada de Gaza, un plan unilateral que en sí mismo aclara que Sharon no es el Coco agresivo que nos pintan. Porque en Israel, de ahí mi idea de que posee un Gobierno ejemplarmente democrático, en el seno del Ejecutivo siempre se votan las propuestas y además se tiene libertad para secundar o no las iniciativas del Primer Ministro o de la Ponencia.
Así pues, a los ministros israelíes no se les cesa sólo por ser contrarios a la idea de la retirada, que hasta ocho ministros del partido mayoritario, el Likud, se han pronunciado en contra, como es el caso significativo de Benjamin Netanyahu. Sharon, jugándose el tipo de su continuidad al frente de la coalición (talante firme), ha preferido destituir componentes de otro partido, la Unión Nacional, no sólo por mostrarse disconformes en el asunto de Gaza sino beligerantemente a favor de nuevos asentamientos judíos en territorios ocupados. Lo cual ratifica el sentido común de Sahron que se citaba al inicio, ya que si debe cesar a dos ministros para aprobar su plan, que son los votos que le hacen falta, ha preferido elegir a los más radicales.
Sharon, por otra parte, hasta el último momento quiso darles la oportunidad a los cesados para dialogar sobre un asunto tan importante como es el Plan de retirada de Gaza. Incluso llegó a convocarles en su despacho para reflexionar juntos, sin que llegasen a presentarse. Pero una vez agotadas todas las vías, Sharon actuó de la única forma posible en un político con carácter: Les envió sendos mensajeros con una carta de despido.
La forma de proceder de Sharon respecto a sus ministros, además de demostrarnos que el mandatario israelí no tiene inconveniente en poner en riesgo su cargo (algo impensable en ZP) con tal de defender lo que considera justo y obedece a ideas muy meditadas, de fondo, define el talante recio de quien suele marcarse los pasos adecuados de todo político que se precie: Acercamiento al rival, invitación a la negociación, en su caso acuerdo, y ejecución del mismo.
También formaría parte de esa reciedumbre de Sharon, respecto al exterior, la defensa a ultranza de los intereses legítimos que representa, que son sin duda los de la supervivencia del estado de Israel, especialmente cuando el rival es enemigo declarado y se ufana de ello, además lo exige todo para firmar acuerdos, es atroz, sanguinario y usa métodos aterradores ordenados por la exclusiva voluntad de un viejo tirano, que encima es anti demócrata y cleptómano y que vive a gusto, en actitud de víctima, viendo cómo padece su fanatizado pueblo.
Artículo publicado el 6 de junio de 2004
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