Desde que el gobierno zapaterino (no confundir en ningún caso con un gobierno serio), protestó en julio de 2004 la llegada de un submarino nuclear británico al puerto de Gibraltar, para cuyo atraque es preciso que la nave surque aguas territoriales españolas, han sido varias las ocasiones en que el "puto barco" de Su Graciosa ha atracado (nunca mejor dicho) en el puerto del peñón. La última vez ha sido esta misma semana.
Eso sí, cuando en el año 2000 el Tireless llegó averiado a la colonia, donde necesitó un año entero para ser reparado, entonces el socialista Chaves organizó una buena trifulca, seguida de una manifestación de 60.000 personas en la zona y aseguró que con un gobierno del PSOE no habría sucedido nada semejante. No obstante, en julio de 2004, todo quedó en esto que entonces destacó el diario El Mundo: "El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, ha expresado su disgusto por la llegada del submarino nuclear 'Tireless' a Gibraltar, aunque ha asegurado que, "por el momento", el Gobierno no adoptará represalias. Sin embargo, evaluará qué efectos pueden tener en las relaciones bilaterales los actos "no amistosos" del Reino Unido contra el Ejecutivo del PSOE". ¿Alguien sabe cuál es el resultado de las evaluaciones al cabo de más de siete años?
En el puerto de Gibraltar, dicho sea de paso, se da el mayor porcentaje de piratas y contrabandistas de todo el Mediterráneo, comparable únicamente a las costas somalíes, al menos en lo ético, si de actividades ilícitas hablamos. Y eso si uno se refiere solamente al líquido elemento, porque si se alude a la roca, es decir, a tierra firme, entonces cabe calificar lo que allí se practica como de un conjunto de actividades claramente delictivas y al por mayor. O sea, un "paraíso" fiscal al margen de cualquier ley, no reconocido y mucho menos deseable, enclavado en la mayor vergüenza colonial de Europa y abastecido por España, ¡pásmense!, de agua potable, productos perecederos de consumo diario, líneas telefónicas (a razón de unas 1.000 por cada habitante), salida terrestre al resto de la bahía de Algeciras (donde los gibraltareños poseen numerosas mansiones a pie de playa) e incluso de toneladas y toneladas de áridos (cientos de camiones llenos de tierra y pedruscos) destinados a la ampliación de Gibraltar a costa de las aguas territoriales españolas.
Los gibraltareños llevan envalentonados un porrón de años (al menos desde que Felipe González les abrió la verja a cambio de nada), pero se echaron claramente al monte, y siguen en lo más alto, en cuanto comprobaron que el pusilánime Zapatero prefirió mirar para otro lado en cada provocación. Parece que nadie se haya dado cuenta de que con paños calientes lo único que se hace es favorecer a una de las partes, la que carece de escrúpulos, la llanita, gente que se vio inmersa en una crisis económica tremenda, lo que le costó un dineral al Reino Unido, durante todo el tiempo en que la frontera permaneció cerrada y la plaza desabastecida desde el lado español. A poco que repasemos la historia se deducirá que la firmeza siempre ha logrado mejores resultados frente a los abusadores, codiciosos e insolentes.
En espera de que alguna vez ocupe el poder un Gobierno de España que sea consecuente y firme con nuestros intereses, y que ponga las cosas en su sitio, cabe añadir que esta situación gibraltareña, claramente ventajosa para sus habitantes y todo lo contrario para sus vecinos españoles, sólo es posible tomársela a cachondeo. De ahí que en lugar de encabezar esta entrada con la típica foto del submarino de Su Graciosa, me haya dado por colocar una imagen que me llegó el otro día y que recibí bajo el título de "Me he pasado la noche pintando pero valió la pena". Quizá alguno se pregunte a qué viene ahora el tema de Gibraltar: Muy sencillo, supone un caso paradigmático de los muchos posibles, acerca de la incompetente política exterior del socialismo. Sí, también en eso han sido unos negados cargados de desidia y sectarismo que conviene recordar ante las próximas elecciones.
Autor: Policronio
Publicado el 30 de septiembre de 2011
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