Al ministro de trabajo se la refanfinfla que haya cinco millones de parados en España. A mí también, dicho sea de paso. Y si hubiera diez millones de parados, más todavía. Estoy en el machito y en el caso improbable de que alguna vez no lo esté, siempre me quedará Venezuela, donde a buen seguro que mi Coronel sabrá tratarme bien.
Es por ello que preocupación cero. Si con cinco millones de parados puedo pegarme una mariscada de a kilo -vea la imagen- de lo que tardo tres días en recuperar los niveles ordinarios de ácido úrico, pues con diez millones, la mariscada será de a medio y en un par de días, con un par, tan fresco y tan dispuesto para la próxima.
Lo que no entiendo es que desde el fascio se escandalicen por la falta de conciencia de clase que soy capaz de lucir. No actúo, sino bajo parámetros neoliberales, que abomina de las soluciones de clase, para los problemas individuales. Encima de que les hago caso y me procuro el buen sustento, sin necesidad de rebuscar entre los contenedores de basura, cual desgraciado despedido por culpa de las leyes de Aznar.
Si Franco le dio a mi padre un seiscientos y una lavadora, además de la potestad exclusiva de satisfacer las necesidades de fornicio de su mujer, mi madre, ZP ha devenido en mero surtidor de mariscos. Mucho mérito para tan pocas luces, cierto es, pero más grande es el nuestro, por aguantar incólumes el enésimo ataque de gota, paliados en gran medida por los consabidos ataques de risa. Porque no me digan que no es para reírse.
En fin, que me voy a preparar la pancarta, para la manifa. Creo que hoy toca meterse con el Trío de las Azores, las nucleares y Esperanza Aguirre. O sea, como siempre.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 1 de mayo de 2011
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