Lo que indica que también los de la derecha extrema o extrema derecha tenemos entretenimientos oníricos.
La cosa empezó escuchando la radio, de viaje a un evento judicial. El caso es que por el aparato salía la voz de la candidata a alcalde de mi pueblo, por el Partido Popular, a la sazón Doña Rosa Romero, la cual, por cierto, anoche estaba guapísima en la inauguración de un mesón, de la propiedad de amigos comunes. Será cosa de la campaña y del asesor de imagen, antes llamados peluqueros o esteticistas.
Como sería la cosa, que transcurridas varias horas y próximo a entregarme a los brazos de Morfeo, ya temía yo por la consabida pesadilla, propia de los días impactantes. Y, sin embargo, tuve un sueño: me imaginé a un candidato a munícipe, anunciando a bombo y platillo que el programa de su partido se reduce a dejar a los ciudadanos, sus bolsillos incluidos, en paz.
O sea, que sólo se dedicaría a arreglar las aceras, barrer las calles, llevar agua limpia a nuestros grifos y recoger la basura. Lo de toda la vida, vamos. Y por supuesto, que nos fuéramos olvidando de los talleres municipales de yoga y que nos fuéramos acostumbrando de nuevo al vino, como relajante muscular y estimulante del ánimo.
Desperté cuando parecía que iba a decir, que su primera medida sería echar a la puta calle a la mitad de los parásitos que pululan por las oficinas municipales, haciendo como que trabajan, con esa cara de preocupación, que ganas de te dan de mandarlos al médico. Tal y como me pasa cuando sueño con Sharapova, que nunca soy capaz de rematar la faena.
Otra vez será.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 15 de abril de 2011
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