José Saramago |
Del barrio madrileño de Chamberí conocía, y conozco, un magnífico grupo de danzas goyescas y que la Iglesia es dueña de medio barrio. Ahora también sé que cuenta con una agrupación del partido socialista madrileño y que en sus filas figura un señor magníficamente informado de las tramas ocultas del capitalismo especulativo y depredador: Antonio Carmona, o Karmona. Al paso que va, se va mereciendo la “k”, de kapullo.
O sea, que según Saramago, el citado Karmona debía ser el nuevo San José, merecido reo de crucifixión. El caso es que no me acuerdo de en cuál de los pestiños que a bien ha tenido perpetrar el Nobel portugués -lo que demuestra que ese premio, en cualquier ramo, se lo dan a cualquiera- le echaba la culpa de la matanza de los inocentes, perpetrada por Herodes, al bendito padre putativo de Jesús, por no haber avisado a los vecinos de lo que se avecinaba, habiendo tenido conocimiento previo de lo que iba a suceder, por boca de un Ángel.
Habremos de suponer, que habiendo abdicado el tal Karmona de su obligación de avisar inmediatamente a la policía, con nombres y apellidos, del crimen execrable que se iba a cometer contra los brotecitos verdes del Eterno y Malvado Adolescente, Saramago habrá de decir algo. Que digo yo.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 9 de mayo de 2010
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