Sede del Tribunal Constitucional de España |
Que el Tribunal Constitucional acabe dando pábulo a buena parte de las pretensiones del nacionalismo no es algo que haya de extrañarnos a estas alturas. Es más, en lugar de limitarse a ejercer de intérprete supremo de nuestra Carta Magna, ha venido desempeñando durante la democracia fundamentalmente otro papel, de índole eminentemente político: El de coadyuvar, bajo Gobiernos y mayorías parlamentarias de diversos colores, a que quienes no creen en la unidad de España puedan 'sentirse cómodos' dentro del régimen constitucional; incluso a costa de debilitar y desnaturalizar a éste.
De esta manera, pese a que la mayoría arcaicamente 'progresista', encabezada por la oportunamente abroncada María Emilia Casas, se ha salido finalmente con la suya y ha logrado que el Tribunal Constitucional, tras nada menos que cuatro años de deliberación, avale la mayor parte del 'Estatut' de Cataluña, no ha sido en absoluto suficiente. Quizá sí para que el proyecto zapaterista de cambio de régimen, cimentado precisamente en fomentar la división entre españoles, continúe esencialmente intacto; pero no para calmar a la fiera nacionalista, PSC incluido. No importa que la sentencia, que como era de esperar ha derivado en un pastel verdaderamente indigerible, no altere mínimamente el liberticida 'statu quo' que impera en Cataluña desde los tiempos de Jordi Pujol: El mero hecho de que algunos (muy pocos) de los artículos y preceptos más escandalosamente inconstitucionales hayan sido anulados, y otros sometidos a interpretación, no ha tardado en ser utilizado como pretexto para volver a dar rienda suelta al inevitable, consabido y cansino discurso victimista del que vive el sistema de pensamiento único nacionalista. Una vez más, el malvado 'Madrit' ha cercenado las nobles aspiraciones del pueblo de Cataluña.
Un mantra, el del agravio centralista, al que se le dotará de especial resonancia ahora, a escasos meses de las elecciones autonómicas catalanas. Qué ocasión más propicia ha encontrado el ilustre oriundo de Iznájar, provincia de Córdoba, para envolverse en la 'senyera' y demostrar que absolutamente nadie, ni el militante más radical de la Esquerra, le supera en nacionalismo.
Autor: Pedro Moya
Publicado el 30 de junio de 2010
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