Procedente de un amigo, me ha llegado un e-mail cuyo texto podéis ver en la imagen. El primer vistazo me ha hecho sonreír, ante su ironía manifiesta. Pero el espíritu crítico que toda mi vida, desde niño, ha sido patente en mí, me puso sobre aviso de que en este caso nada justificaba sonreír, salvo con una de esas risas que en la literatura se califican como “sarcásticas”.
Sintiéndolo mucho, no estoy de acuerdo con el autor del e-mail al culpar al PSOE de tanto mal. El mal es imputable a quien permitió que el gobierno de la Nación volviera a caer en manos de gente inculta, corrupta, mal preparada. De sedicentes que, con el mayor desparpajo afirman un propósito y actúan en forma totalmente opuesta a sus palabras. Y todo ello, sin molestarse en buscar o pretextar una justificación. A esos extremos llegan en su desprecio al pueblo, al que deben todo lo que son. El señor Zapatero es ejemplo antológico de estos efectos, pero la mayor parte de los políticos que pululan por la Nación, de casi todos los partidos, no le siguen a mucha distancia.
No hace falta un análisis a fondo para observar que el escrito rezuma dolor. Dolor y sangre. Millones de familias en la miseria, muchas de ellas pasando hambre, volviendo a la situación crónica en España, hasta que el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936 acabó con aquellas terribles lacras, entre ellas la de las clases sociales que, ilusos de nosotros, en 1975 creíamos desaparecida para siempre. Olvidados estaban los odios entre españoles, seculares en nuestra Historia, creados por nuestros regidores y acabados gracias a que en 1975, el 99% de los españoles estaban integrados en la clase media, con una vida decente y sana; igualada; de subsistencia asegurada; bien vestidos (desterrados los monos de los mecánicos, las blusas de los carniceros, los guardapolvos de los albañiles, la zamarra del campesino; las alpargatas, incluso las abarcas, del 90% de los españoles, etc.).
Y el disfrute del ganado descanso, tanto en excursiones de fin de semana como en “puentes” y veraneos, prebenda reservada desde tiempos inmemoriales, hasta el asentamiento del Alzamiento Nacional, a las clases adineradas. Conseguido el mes de descanso anual, los sábados como día libre y sueldos que permitían vivir holgadamente, incrementados con las dos pagas extraordinarias. El poder adquisitivo del ciudadano español era verdaderamente asombroso. En aquella época yo estaba todavía en activo (lo estuve hasta diciembre de 1987) y por mi trabajo tenía que hacer frecuentes viajes a Inglaterra, Francia y Portugal. Nuestro nivel de vida era muy superior al de ellos, si contamos el valor adquisitivo de los sueldos. He escrito varias colaboraciones de este tipo en Batiburrillo y en ellas lo comento. Nivel de vida y NIVEL CULTURAL, que lealmente me reconocieron en esos países al visitarlos. Ahora, males de la democracia inorgánica, estamos a la cola de las naciones europeas, tanto en nivel cultural como económico.
Todo lo logrado por los españoles, sabiamente dirigidos, trabajando hermanados, sin odios, durante los 35 años que duró el Régimen anterior, se ha perdido en 35 años de democracia inorgánica. En primer lugar, la fraternidad; luego, el nivel de vida y en algunos casos, muchos, la casa, que en los tiempos anteriores se solía pagar con una hipoteca a 10 años y actualmente lo es a 40. No pocos se ven en la calle: sin trabajo, desesperados de no poder hacer frente a la cuota de las amortizaciones y pierden la casa y lo ya pagado por ella. Pero eso sí: nuestros políticos se construyen palacios en las playas de Tánger; en la isla de Arosa, etc. y en posesión de impresionantes yates, lo celebran con mariscadas que emulan orgías romanas.
¿Y los impuestos? Directos, Indirectos, camuflados, etc. Aterradora la relación entre lo que pagábamos en 1975 y los que pagamos ahora. Me siento incapaz de relacionarlos, dada su abundancia y, en muchos casos, a la forma subrepticia con que nos han sido presentados. Todo es pagar, pagar, pagar, hasta dejar exhaustos los bolsillos. Lo de la ORA (aparcar en las calles públicas) es un impuesto nuevo, nada despreciable aunque aparentemente lo parezca y, a los efectos del ciudadano, de nada sirve, pues los coches en algún sitio tienen que estar y, por tanto, pagamos pero sin contrapartida alguna.
Autor: Rogelio Latorre Silva
Publicado el 20 de febrero de 2011
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