Cada vez que hay un debate parlamentario el político llega al estrado, saca un montón de folios y se pone a leer parrafada tras parrafada, que a saber quién se las ha escrito. Es lo que se suele llamar hablar por boca de ganso. No es necesario ni que sepa de qué está hablando. Da lo mismo que trate un asunto de impuestos que uno de telecomunicaciones. Lee lo que le han preparado. Hasta lleva señales en los papeles indicándole cuando debe hacer una pausa para esperar los aplausos de los suyos. De este modo, ladrillazos tediosos son soltados por los diferentes representantes de los partidos mientras los taquígrafos toman escrupulosa nota de la perorata, que podían fotocopiar directamente de los folios que están siendo leídos.
Si en el Parlamento no estuviera permitido el uso de papeles para el orador, quizás los discursos serían más breves, los políticos tendrían que ir al grano y el público juzgaría mucho mejor el verdadero conocimiento que de las diferentes problemáticas tienen sus representantes. Bien es verdad que se corre el riesgo de que los políticos populistas y demagógicos, con escasos conocimientos de cualquier cosa, se salieran por la tangente largando mítines electorales o soflamas llenas de eslóganes estereotipados con independencia de cuál fuera el fondo del debate, pero quién sabe si el empleo continuado de esos trucos evasivos no dejaría al descubierto el carácter de tales sujetos como vendedores de falsos crecepelos. Confieso no tenerlo claro. Pero dado que después de más de treinta años de democracia nos han llevado a la ruina leyendo papeles en el Parlamento,
bien podría hacerse la prueba de cambiar el procedimiento.
Autor: Bucan (Firmas invitadas)
Publicado el 9 de junio de 2010
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