Los nacionalistas no ganan para camisetas

Los nacionalistas anti españoles de esas regiones (españolas) que ustedes saben, que son esencialmente tres, llevan desde el 16 de junio, fecha del encuentro España-Suiza, cambiándose la camiseta cada tres o cuatro días. En efecto, comenzaron embutidos en la de Suiza, que era el rival de España. Y, mira por dónde, tuvieron unas pocas jornadas para sacar pecho y creerse tan importantes como irredentos. De haber sido posible, y siempre que se les hubiera aceptado (cuestión harto dudosa), más de uno hubiera pedido la nacionalidad helvética: ¡Agua!

Los nacionalistas pertinaces se disfrazaron luego de hondureños y chilenos, naturalmente palmaron, éstos y aquéllos. A continuación precisaron apoyar a Portugal (sin mucho entusiasmo, que también son ibéricos), a Paraguay (más bien tibiamente, que asimismo hablan español) y con furor a Alemania (esta vez sí). Nada, un fracaso tras otro de los anti España y unas cuantas camisetas al cubo de la basura, junto a sus decepciones y fantasías rencorosas.

Me consta de buena tinta que ahora hay medio millón de nazis, tirando por lo bajo, que desde el 7 de julio (cuando le dimos el baño a Alemania) no han parado de hacer rogativas (al ídolo de la iniquidad) para que España sea incapaz de ganarle a Holanda la final del Campeonato del Mundo. Pues bien, ni siquiera el pulpo Paul está de parte de esta caterva de fanáticos, puesto que ha preferido alimentarse de la urna española.

No digo que Holanda no pueda ganar, ya que los partidos hay que jugarlos, simplemente destaco que una Selección Nacional como la española ha logrado ya, con independencia del resultado del último encuentro, los méritos suficientes como para que los nazis se traguen su bilis. Y es que hay que ser muy retorcido para desear el triunfo ajeno cuando unos cuantos de los tuyos (que es el caso especial de los catalanes, sobre todo, y de los vascos) forman parte del gran equipo que nos representa a todos: España. 

Repite conmigo: ¡Yo soy español, español, español…!