sábado, 10 de noviembre de 2018

Ley seca, tabaco y limpieza moral

Martín Cid
La más famosa de las leyes secas se produjo en los Estados Unidos de América entre 1920 y 1933 (casualmente, año en el que Hitler llegó al poder). Pero hubo otras, no tan famosas:
1908-1945: en la Isla del Príncipe Eduardo, y por cortos periodos de tiempo en otras localidades de Canadá
1915-1922: en Islandia (sin embargo la cerveza siguió prohibida hasta 1989)
1916-1927: en Noruega (el vino fortificado y la cerveza fueron incluidos entre 1917 y 1923)
1919-1928: en Rusia
1919-1932: en Finlandia (llamada "kieltolaki")
1950-2000: en algunos estados de la India, incluidos Andhra Pradesh, Haryana y Guyarat.

Después de semejante ejemplo del dominio del cortar-pegar (http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_seca) se habrán dado cuenta que el auge del puritanismo no es patente exclusiva de los americanos. Últimamente, y a raíz del proceso de documentación para mi último libro, he obtenido algunos datos interesantes sobre leyes interesantes y no poco surrealistas. Algunos ejemplos:

Fue el mismísimo Stalin (que no ha pasado a la historia precisamente como uno de los santos de la Iglesia Católica) quien abolió la ley seca en un alarde de populachería para los campesinos (a los que más tarde asesinaría impunemente).

Otro intento de limpieza moral (entre otros muchos como la esterilización de los alemanes no-aptos para la reproducción): a Hitler se le ocurrió la brillante idea de prohibir el tabaco. Hitler (que para eso era el Führer) estuvo brillante (bien secundado por el no tan bueno de Goebbels) y propuso poner una calavera en las cajetillas de tabaco. Por desgracia para los fumadores, no ganó la guerra y su proyecto de protección y sanidad quedó en nada.

Uno de los motivos que argüía ese señor con bigote era que el gasto público era excesivo. ¿Les suena? Sin embargo, y como mi libro trata de la propaganda y mi anterior libro (Un Siglo de Cenizas) sobre el tabaco, y me he permitido el lujo de pensar largo y tendido en ambos temas, he llegado a algunas conclusiones y reflexiones que me permito el lujo de sacar a la luz.

¿Se trata de un tema de higiene moral-económica? Creo que fue la propia Catalina la Grande (zarina de Rusia) la que prohibió el tabaco aduciendo motivos morales. Algún listillo advenedizo le dijo que podía cobrar impuestos y… se pueden imaginar que el abundante campesinado no tardó demasiado en llevarse un cigarrillo a la boca.

En este sentido, y en datos públicos (que no pasan de ser datos, pero que al ser públicos alcanzan cierto sesgo de irónica “credibilidad”), en el 2008 el Estado Español (Dios lo tenga en su gloria) recaudó 9.266 millones de euros de los impuestos derivados del tabaco. No está nada mal.

Otro dato público: dicen que el tabaco le cuesta a la sanidad (dícese, al Estado) unos 5.000 millones de euros.

Volviendo a mis tiempos de colegial haré una suma: 9.266 – 5.000 = 4.266. Y para los que no sepan matemáticas lo aclararé aún más: el Estado tiene un superávit con el tabaco de 4.266 millones, por no hablar de los impuestos indirectos que el sector del tabaco genera: los estancos pagan impuestos y los bares de noche también (que tendrán indudablemente que ver reducida su clientela). Dícese, a estos públicamente reales 4.266 millones tendríamos que añadir los de los otros impuestos.

Pero como en mis días como literato me he permitido algunos asuntos más que leer fríos datos sobre millones, en mis manos calló un librillo sobre el brillante estratega de Hitler: Joseph Goebbels. Para quien no lo sepa (y cuando estudié la carrera de Periodismo nunca le oí ser citado) fue el Ministro de Propaganda del Régimen Nazi y una de las figuras sobresalientes en lo que concierne al tratamiento de la información y manipulación mediática.

Reflexionemos un instante: dos sistemas (que si bien son diferentes coinciden en una medida) tienen un objetivo y se valen de unos medios para conseguirlo. En la Alemania de 1933 -1945: convencer al ciudadano que el Régimen cuida de ellos estadística y moralmente. En la España actual: convencer al ciudadano que el Estado cuida de ellos estadística y moralmente. Vemos irónicamente claras diferencias entre los intereses propagandísticos de uno y de otro.

Y mientras, y a modo de conclusión, les daré mi vulgar opinión: la clave no está en reducir la venta, sino que el año que viene hay elecciones y hay que intentar plantear unas cifras públicas más o menos decentes. Que suba o baje el número de fumadores no importa, lo que sucede es que un incremento del 50% en el precio del tabaco supondrá en el 2010 un aumento en esos casi 10.000 millones de euros que van a parar al Estado y así, y de paso, podrán electoralmente proclamar la propagandista y mefistofélica idea que subyace bajo todas estas mareantes cifras: el Estado cuida de todos nosotros. Sólo tiene un pequeño pero: vaciando los bolsillos al ciudadano.

Para terminar, y para que no nos quedemos en el frío dato y pueda el lector esgrimir una leve pero cariñosa sonrisa, les daré otro dato más: el lema el año 2010 del Día Mundial sin Tabaco fue “Mujer sin Tabaco” (dícese feminismo + limpieza moral = ciudadanos felices). Y esto, dijo Goebbels, es Propaganda.

Les dejo, amigos míos, que tengo unos excelentes Montecristos que merecen mi atención.

Autor: Martín Cid (Firmas invitadas)
Publicado el 8 de junio de 2010

Nota: Martín Cid es autor de las novelas Ariza, Un Siglo de Cenizas, Los 7 Pecados de Eminescu y del ensayo Propaganda, Mentiras y Montaje de Atracción.

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