ZP y una de sus ministras, la Defensa. |
Hay quien, tras sonoros y repentinos renuncios en materia de política económica, hasta se había hecho ilusiones. Pero, pese a todo, las esencias y los propósitos del zapaterismo se mantienen aún vivos, y de qué manera. Y así será mientras continúe disponiendo de los resortes del poder, por poco tiempo que le pueda quedar para hacer uso de ellos. Bien pronto hemos tenido la oportunidad de comprobarlo: Un nuevo reglamento aprobado por el Ministerio de Defensa que encabeza la pacifista y nacionalista 'quebecquiana' Chacón ha supuesto la prohibición de que se rinda honores militares a las imágenes religiosas.
En realidad, las prescripciones del eje franco-alemán y del (ahora) amigo americano quizá fuercen a Zapatero a siquiera matizar mínimamente su pretensión de hacer a cada vez más españoles dependientes económicamente del Estado. Ahora bien, ello no tiene por qué impedir que su proyecto rupturista, al menos en sus aspectos sustanciales, continúe adelante. Máxime cuando el zapaterismo ha logrado implantar y en cierto modo consolidar tantos cimientos: El Estatuto de Cataluña, pieza clave en el objetivo de liquidar por la puerta de atrás al actual sistema constitucional, todavía en vigor merced a la escandalosa indecisión del Tribunal Constitucional; la Educación para la Ciudadanía, con la que se lleva tiempo impartiendo en las aulas doctrina 'progre' y de la corrección política; la artificial asimilación de la unión civil entre homosexuales a la institución del matrimonio; la Ley de Memoria Histórica para hacer tabla rasa de nuestra transición democrática, imponer una determinada y sesgada visión de nuestro pasado y así sancionar por ley la división entre malos (la derecha) y buenos (la izquierda y los nacionalistas); la elevación del aborto a la categoría de derecho, al que incluso pueden acogerse menores de edad sin el consentimiento paterno (cuyo papel pasa a desempeñar el Estado, cómo no); y, por supuesto, eliminar de forma paulatina cualquier acto, símbolo o vestigio religioso (siempre que sea cristiano, claro) de la vida pública. Y es que cualquier socialismo que se precie no ha de permitir en modo alguno que ninguna institución social ejerza de contrapeso del Estado, que ha de ostentar el monopolio absoluto incluso en materia moral.
Manuel Azaña |
En ese mismo sentido, la ingeniería social que es norte del zapaterismo pasa por hacer realidad de una vez por todas la tristemente célebre afirmación que en su momento hiciera tan excelso escritor como nefasto político: 'España ha dejado de ser católica'. Con exactamente la misma arrogancia que expresara y mostrara el jacobino Manuel Azaña, pretenden estos herederos de una Segunda República que nos venden como idílica acabar de un plumazo con siglos de una tradición que, amén de profundamente arraigada en nuestra sociedad, tanto ha contribuido a la evolución histórica de España; algo que no pueden conseguir sino por medio de la prohibición, auténtica marca de la casa.
De esta forma, además de atacar un derecho fundamental como es la libertad religiosa y de culto, se pretende enmendar por la vía de los hechos consumados (una vez más) el espíritu y la letra de nuestra Constitución, que, al establecer el carácter aconfesional, que no laico, del Estado español, declara específicamente en el apartado 3 de su artículo 16 que 'los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones'. Si este Gobierno que tanto se jacta de 'laicidad' no se atreve a plantearla para nuestro Estado de forma abierta, es decir, por los medios legales y constitucionales, es porque sabe que de esa manera tal aspiración tendría escasas posibilidades de prosperar. De ahí que prefiera imponerla haciendo caso omiso de nuestra Carta Magna, que nunca ha constituido un impedimento para los fines rupturistas de Zapatero.
Además, con este nuevo alarde de anticlericalismo se persigue retener el voto de un sector del electorado al que, decepcionado por la aparente mutación 'neoliberal' del PSOE, se le intenta convencer de que este Gobierno, pese a todo, sigue siendo de izquierdas. Así pues, el zapaterismo en absoluto ha muerto, al menos todavía. Aunque, dado el descontento general provocado fundamentalmente por las consecuencias de una calamitosa política económica, sería paradójico que quien pretendía llevar a cabo un auténtico cambio de régimen basado en la absolutización de los paradigmas 'progres', acabe su mandato propiciando un mapa de España teñido de azul en su práctica totalidad.
Autor: Pedro Moya
Publicado el 7 de junio de 2010
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