Alicia Giménez Bartlett. |
Está claro que este mundo es cada vez más complicado. Existen numerosas opciones entre las que necesariamente toda persona ha de elegir llegado el momento: gasolina o diesel, ciencias o letras, playa o montaña… Pues bien, por si fuese poco, una nueva disyuntiva se plantea en nuestras vidas: o ser feminista o ser gilipollas.
La moderna teoría no es mía. La autora intelectual de la misma es la reciente ganadora del Premio Nadal, Alicia Giménez Bartlett, que ha conseguido el galardón con su novela “Donde nadie te encuentre”. La novela transcurre en 1956 y trata sobre el maquis: ya saben, el intento marxista de reanudar la guerra que acabó degenerando en vulgar bandolerismo.
Aprovecha Giménez la coyuntura para, en una reciente entrevista, pintar una negra semblanza de aquellos tiempos en la mejor tradición progre. Así, nos cuenta que de la España de esa época le interesan “el silencio y el disimulo”. También nos hace partícipes de que su padre fue “un republicano visceral que escuchaba la radio tapado con una manta para que ningún vecino lo oyera”. La Guardia Civil no se libra de recibir lo suyo, y nos explica la autora que “sale retratada como era en la época, un cuerpo muy represivo con una reputación que se había ganado a pulso”.
Insisto en que la premiada escritora recoge los mejores tópicos de la propaganda antifranquista. A pesar de la evidente falta de libertades políticas, en 1956 el régimen de Franco toleraba que la gente, en la intimidad de sus casas, escuchase lo que le diese la gana, no perseguía a nadie por ser republicano o dejar de serlo y, manzanas podridas aparte, la reputación de la Guardia Civil de la época debe más al interesado discurso izquierdista que a su acción represiva. Olvida citar doña Alicia que también había esperanza y alegría y que el régimen franquista se iba liberalizando de forma lenta pero inexorable: en poco más de dos décadas se alcanzaría la democracia, que, dicho sea de paso, nada debe a la acción de los guerrilleros del maquis.
De todas formas, la declaración estelar de Giménez Bartlett aún estaba por llegar. Tras preguntarle qué “significa hoy en día ser una feminista a ultranza”, tal como ella se declara, la respuesta es antológica: “no considero que la opción sea ser feminista o no serlo, hoy la cuestión es ser feminista o ser gilipollas. Es tan obvio que los derechos de las mujeres son una necesidad… Una igualdad que cae por su propio peso”. Con un par de ovarios, sí señor.
Está bien desear la igualdad de derechos entre todas las personas, pero desear la supremacía de un sexo, en este caso el femenino, sobre el otro es una soberana estupidez. Y los que nos resistimos a tamaño despropósito no somos gilipollas, señora Giménez, simplemente tenemos el sentido común que a usted parece faltarle y entendemos de seres humanos y no de sexos (excepto cuando la ocasión lo requiere, obviamente). Por tanto, la disyuntiva por usted planteada constituye una auténtica falacia. La cuestión no es ser feminista o ser gilipollas; con todo lo que conlleva ese feminismo a ultranza por usted propugnado, más propio sería hablar de ser feminista y ser gilipollas como algo indisolublemente unido.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 10 de enero de 2011
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