Lamento tener que decir que no soy optimista. Cuando se navega entre una realidad llamada Zapatero (la nada) y una alternativa apellidada Rajoy (el cero) el resultado sólo puede ser la zozobra, el naufragio, la hecatombe total. Estimo que Zapatero se ha convertido por deméritos propios en el peor presidente de la historia reciente de España; basta para refrendar tal enjuiciamiento la somera enumeración de algunas de sus más nefastas actuaciones: la pésima gestión de la actual crisis, la complacencia con cuanto tirano de tres al cuarto pulula por esos mundos de Dios, la inoperancia ante los nacionalismos fundamentalistas, la discriminación por razón de sexo de la mitad de la población...
Ante tan árido panorama, la oposición representada por Mariano Rajoy se ha demostrado absolutamente incapaz de desbancar a Rodríguez Zapatero de su privilegiada poltrona, lo cual dice bien poco a favor de la gestión opositora llevada a cabo por el líder de los populares y la valoración de la misma por parte de la ciudadanía. Al no parecer excesivamente ardua la tarea de poner en serios aprietos al gobierno de Zapatero, en vista de los nulos resultados obtenidos por Rajoy, mi opinión es que este, también por propios deméritos, se ha convertido en el peor líder de la oposición en muchos años. La malhadada coincidencia en tiempo y lugar de dos líderes políticos de tan escasa enjundia, la imposible suma del cero y la nada, me hacen valorar el actual paisaje como francamente desolador.
Bien es verdad que entre ambos personajes existen contrastes. No es descabellado suponer que si Rajoy se convirtiese en el próximo presidente supiese rodearse de un mejor equipo (visto lo que hay no parece misión especialmente complicada), poner orden en las cifras, cuadrar las cuentas y mejorar la situación económica: labor necesaria pero en absoluto suficiente.
Harina de otro costal son las cuestiones sociales. En este terreno no percibo indicios que me lleven a establecer diferencias entre Zapatero y Rajoy. Bien por convicción, bien por el histórico complejo que desde antiguo sufre buena parte de la derecha española, la caótica situación, intuyo, no va a experimentar especial cambio. El intríngulis del asunto es el siguiente: el PSOE hace su labor de abrir camino con absurdas e irracionales leyes y el PP, al gobernar, mantiene lo hecho. Insisto, por propio convencimiento o por miedo a ser tachado de “facha”, extravagante acusación de resultados casi taumatúrgicos, no creo que las actuaciones del hipotético presidente Rajoy difiriesen en exceso de las de Zapatero. Por ejemplo, y entre otros asuntos, ¿se atrevería Rajoy con la actual ley del aborto? ¿Pondría coto a las leyes discriminatorias patrocinadas por el feminismo radical y sus necesarios cómplices? ¿Emprendería la decidida defensa de la familia? ¿Ataría en corto a los separatistas vascos y catalanes? ¿Haría frente al revanchismo guerra civilista? Ojalá me equivoque, pero mi pronóstico es un sonoro y rotundo no.
Evidentemente, la situación económica es fundamental, pero el problema de fondo es de vital trascendencia. En una época caracterizada por la absoluta falta de referencias éticas, de miseria moral, de ruina espiritual, de falta de valores, de relativismo, inmersos en la cultura del "aquí y ahora", del "todo vale" y el "sálvese quien pueda" Rajoy no es el hombre adecuado para afrontar tan crítica situación.
Entre lo malo (el cero) y lo peor (la nada), me quedo con el cero, pero no puedo ser optimista. Resignarse a padecer al "menos malo" exigiría tener una gran capacidad de consuelo de la que, por suerte o desgracia, carezco.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 9 de noviembre de 2010
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