La audacia de los líderes sindicales españoles no conoce límites. Desconocedores desde hace tiempo de la conjugación en primera persona del verbo “trabajar” (vade retro, antes muerto que sencillo) y viviendo a cuerpo de rey a cargo de los fondos públicos, disponen de abundante tiempo libre. Y la combinación de tiempo libre, holganza bien remunerada, cuerpo descansado, demagogia y osadía acostumbra a devenir en explosivo cóctel.
Para muestra un botón. En un acto propagandístico de apoyo a la huelga general del día 29 de septiembre celebrado en Andalucía, el secretario general de UGT en la región, Manuel Pastrana, se ha despachado a gusto. Según Pastrana, la reforma laboral patrocinada por el gobierno atañe a toda la sociedad, porque amenaza de muerte al estado del bienestar, y es de justicia reconocer que de bienestar el sindicalista Pastrana nos puede dar lecciones a todos. Llama, por tanto, a la movilización general de toda la población: “El 29 de septiembre debe de ser (sic) un día sin consumo, un día sin transporte ni servicios públicos, un día en el que se hagan visibles el millón de parados andaluces y los pensionistas, en el que los abuelos participen en la huelga sin atender ese día a sus nietos porque son una parte fundamental para el funcionamiento del país”. Añadan los correspondientes aplausos y ahí queda eso. Para bemoles los de Pastrana. Que los abuelos no atiendan a sus nietos. ¡Con un par, sí señor!
Las afirmaciones de Pastrana han recibido el elogio de otro sindicalista de reconocido pedigrí y con denominación de origen, el mismísimo secretario general de UGT, Cándido Méndez. Méndez reconoce haber felicitado al ilustre Pastrana por su simbólica iniciativa y nos explica (algo innecesario excepto en caso de intelecto en off) con mayor detalle la genial ocurrencia matizando que “esto es un problema de todos y tiene que haber no sólo un clima de aceptación pasiva de la huelga general, sino que cada uno en su ámbito aporte su granito de arena”. Por otra parte, ese trabajador que no trabaja señaló la injusticia de las críticas recibidas por Pastrana a raíz de su innovadora idea, rechazándolas de plano por “desafortunadas y fuera de lugar”. Para solidarizarse con el maltratado compañero, manifestó Méndez que volverá a llamarlo para felicitarle nuevamente. Si me disculpan me ausento un momento: soy persona de naturaleza sensible y tanta fraternidad me conmueve. Voy a buscar un pañuelo para secar mis abundantes y emocionadas lágrimas.
Ya de vuelta, con el ánimo sereno aunque el corazón todavía encogido, intentaré pensar por un momento del mismo modo en que lo haría un concienciado sindicalista. Sin duda, apoyaría con entusiasmo la fantástica iniciativa del compañero Pastrana, aún considerándola excesivamente conservadora. Conozco casos como el de mi abuelo (95 años, dependiente total), atendido con amor y dedicación absolutas por sus hijas (que, poco modernas ellas, siguen creyendo en la suprema importancia de los vínculos familiares). ¿No sería igualmente lógico, digo yo, llamar a todas las personas que cuidan de sus mayores a desatender el día 29 tan meritoria tarea? ¿O, verbigracia, invitar a tantas abnegadas monjas que dedican sus esfuerzos a cuidar desinteresadamente a miles ancianos en impagable labor social a olvidar por un día su sacrificada misión? Como magistralmente pontifica el secretario Méndez, todos tenemos que aportar nuestro granito de arena en defensa del estado del bienestar y cualquier contribución será bien recibida. Como la mía, por supuesto. Y voy más allá. Para lograr el solidario objetivo y vencer posibles e incomprensibles resistencias a mis afortunadas sugerencias (modestia aparte, las verdades hay que reconocerlas) incluso me atrevo a brindar un simpático lema que a buen seguro será del agrado de cualquier líder sindical: “Contra la libertad de elección, larga vida a la coacción”.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 20 de septiembre de 2010
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