No sé lo que haría el tal Abundio, para haberse convertido en el imaginario popular como paradigma de la soplapollez. Si hemos de hacer caso a la tradición oral, se trataba de un pobre hombre que a vendimiar se llevaba uvas de postre. O que vendió el coche para comprar gasolina.
En un caso se tiene por gilipollez hacer algo absolutamente innecesario y en el otro, desprenderse de un bien para adquirir otro, que sólo tiene utilidad con la posesión de lo vendido previamente. Síntoma de desesperación más que de tontería, por otra parte.
Es por ello, que ante lo que se avecina, no tengo muy claro si el bobo solemne pretende superarse a sí mismo en su cualidad principalísima, o simplemente es un hombre desesperado y por ello muy peligroso.
El caso es que, a los clientes del futuro Parador Nacional de Garoña les van a servir los cruasanes tostaos un par de físicos nucleares. Un desastre.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 2 de julio de 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.