Es muy probable que uno de los efectos no deseados por los promotores del terrorismo islamofascista lo constituya el hecho, que ha decantado en contra a gran parte de la población adormecida por el pensamiento políticamente correcto, de la perversidad intrínseca del Islam.
De no haber sido por las bombas, es muy probable que el Islam y sus prácticas, inasumibles por nuestro código de valores, hubieran seguido siendo para la gran mayoría de la población occidental -infieles demoníacos, susceptibles de ser aplastados- un mero exotismo a deglutir con ocasión del disfrute de cualquier canal temático de televisión, a la hora de la siesta.
Por supuesto que las bombas han atemorizado a buena parte de la población que, en unos casos, está dispuesta a rendirse con armas y bagajes al enemigo y en otros, a consentir graves recortes en sus derechos y libertades, en procura de la derrota de aquel.
Pero con ser perverso el terrorismo, devastador de vidas y haciendas, lo es más la religión-ideología que lo alimenta. Esa religión-ideología-código de valores-normativa jurídica que condena a la mitad de la población de su ámbito al olvido y la postración. En resumen, a la sumisión.
Es por ello, que aunque por arte de birlibirloque se acabara la pesadilla del terrorismo de ese corte, las mujeres, por el solo hecho de serlo, seguirían sufriendo acoso, marginación y desprecio. Y quien dice las mujeres, dice los homosexuales y todos aquellos que molesten a los intérpretes del Profeta.
Por ello digo: ¡no al velo islámico en nuestra Nación ni en ninguna otra nación de la Tierra! y a todo lo que significa. Sobre todo, a lo que significa.
Actualización
Por su interés, les pongo un enlace al discurso de Geert Wilders en Nueva York: ¿Quién perdió a Europa?
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 22 de agosto de 2009
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 22 de agosto de 2009
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