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Sanaa, joven marroquí asesinada por su padre en Italia por haberlo deshonrado al occidentalizarse demasiado. |
Del individuo en cuestión no se conoce que formara parte de célula alguna de Al-Qaeda. Ni durmiente ni de las otras. Tampoco que fuera beligerante, al menos en público, con el cristianismo que le rodea y que le da de comer.
No se conoce que haya participado en episodio alguno de violencia racista, xenófoba o religiosa, los moros también están capacitados para todo ello, en contra de sus vecinos italianos, ni que abordara con malas artes a jovencita alguna, con ánimo de emular al Profeta.
No hay pruebas ni las habrá de que intente o haya intentado imponer las normas del ramadán a sus vecinos ni que haya impedido con violencia o intimidación la asistencia de aquellos a los cultos católicos.
Jamás se le ha oído reprochar a sus vecinas más jóvenes o no tan jóvenes su ligereza en la indumentaria, como tampoco se conoce que la haya emprendido contra las antenas de televisión por permitir la visión de programas subidos de tono.
En fin, todo un musulmán moderado, ciudadano ejemplar, al que probablemente se le haya ido la mano. Lo más grave del asunto es que su acto sólo es delito en una ínfima parte del mundo, por no hablar de la heroica actitud de la madre de la joven.
No obstante, la asesinada se lo ha buscado, por no llevar velo. Ni por fuera… ni por dentro.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 20 de septiembre de 2009
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