Como del Franco de su primera época, negra negrísima, no descubro la pólvora si les digo que uno de los ideales-objetivos de esa podrida amalgama formada por los pestilentes rojiverdes, antisistema, antiCO2, antiglobalización y anticapitalista es la autarquía o autoabastecimiento, sin tener en cuenta cualquier otra consideración, entre otras, las ventajas indudables de la división del trabajo, la especialización, etc., que a la tropa calentóloga le parece la misma bicha.
Ni que decir tiene, que no pienso aburrirles con sesudos estudios al respecto. Doctores tiene la iglesia y también monaguillos. Me voy a limitar a exponerles la misma cuenta que me he hecho, después de freír catorce torrijas, catorce, en Honor y Gloria de la Virgen Perchelera de los Dolores, que procesiona por esta capitaleja.
Sepan que, para hacer las catorce torrijas en cuestión, me han hecho falta seiscientos gramos de pan especial para ello: dos euros. Un litro de aceite de oliva virgen extra: tres euros y ochenta céntimos. Una cáscara de naranja: dos céntimos. Un litro de leche entera de marca: un euro. Una docena de huevos: un euro y medio. Azúcar y canela: medio euro. Gas: un céntimo. Papel para desaceitar: un céntimo y gastos generales, energía eléctrica del extractor, de la luz de la cocina, lavado de vajilla, etc: cincuenta céntimos. A ello hay que añadirle el coste de la compra de todo ello: un euro.
Visto así, darme el lujazo de comerme unas torrijas caseras me sale a cuenta. Hasta que he pensado en el coste de renunciar a una hora de despacho: ciento cincuenta euros. O sea, un lujazo, al que, por supuesto, no estoy dispuesto a renunciar, mientras sea una vez al año. Me explico.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 27 de marzo de 2010
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