José Blanco. |
Culpar de todos los males a una oscura y taimada conjunción de poderosísimas fuerzas políticas, sociales y económicas que en secreto mueven los hilos del mundo ha sido un recurso muy manido a lo largo de la historia. En teorías conspiranoicas cimentaron su origen y supervivencia imperios y regímenes totalitarios como el nacionalsocialista, que atribuía la decadencia y humillación de Alemania al complot judío internacional que reflejaban los Protocolos de los Sabios de Sión, aquel panfleto antisemita que promoviera la Rusia zarista para argumentar los pogromos.
En España, el primer franquismo, aunque no era de carácter antisemita, hacía frecuentes referencias a una supuesta conspiración judeomasónica, más concretamente judeo-masónico-marxista-internacional (nada menos), siempre que las cosas venían mal dadas; en 1962, con motivo del IV Congreso del Movimiento Europeo en el que participaron políticos españoles que pedían la instauración de la democracia, y que el diario falangista 'Arriba' llamó 'Contubernio de Munich', el régimen franquista haría nuevamente uso de la tesis de la confabulación contra España; y en 1975, poco antes de que muriera en la cama (pese a los denodados esfuerzos de tantos 'demócratas' que al parecer pretendían horadar al régimen franquista desde dentro, es decir, viviendo, y muy bien, de él), Franco proclamaba, ante unos fieles que abarrotaban la Plaza de Oriente y alrededores, que volvía por sus fueros 'una conspiración masónico-izquierdista de la clase política, en contubernio con la subversión terrorista-comunista en lo social'. Casi nada.
Pero nuestra salida de la dictadura no nos ha librado precisamente de ridículas campañas emprendidas por determinados Gobiernos, que, apabullados e incapaces de afrontar una realidad esquiva, deciden inventarse potentes enemigos externos y ocultos defensores de intereses inconfesables con tal de eludir responsabilidades. Recordemos que en los estertores de un felipismo acorralado por el paro y la corrupción, desde el mismo Ejecutivo hicieron correr un bulo consistente en la existencia de una conjura que, pese a que incluían en ella a un monárquico 'pata negra' como Luis María Anson, se empeñaban en calificar de 'republicana'; encabezada por Antonio García Trevijano, Pedro J. Ramírez y el llorado Antonio Herrero, y compuesta por un 'totum revolutum' de políticos y periodistas de distintas y contrapuestas tendencias e ideologías, estos seres malignos tramaban, no ya acabar con el Gobierno socialista, sino incluso llevarse también a la Monarquía por delante.
El propio Felipe González se encargaría de denunciar a quienes llevaban esa labor de desestabilización institucional al mismísimo Congreso de los Diputados: Aznar y Anguita (la misma 'porquería' es, llegaría a aseverar el célebre estadista), el PP e IU (que entonces ejercía una oposición implacable, antes de degradarse y convertirse en lo que es hoy, el sector crítico del PSOE), 'la derecha (franquista, se sobrentendía) y los comunistas', con cuya 'pinza' atenazaban al injustamente asediado y 'estigmatizado' presidente del Gobierno. También nos alertaba del grave peligro de esa nueva 'Triple A' que desgastaba al sistema democrático: Aznar-Anguita-Anson. Así, convirtiendo sus obsesiones personales en problemas de Estado, y la legítima crítica a él mismo y a su Gobierno en una estrategia antidemocrática, el entonces presidente, amarrado desesperadamente al poder, daba pábulo a esa inverosímil maquinación que abarcaba a monárquicos y a republicanos, a la derecha conservadora y a la izquierda radical, a liberales y a comunistas... Un completo disparate que obviamente nadie con dos dedos de frente llegó a creerse, por mucho que su amplia difusión por parte de toda la prensa afín al felipismo intentara transformarlo en verdad.
Ahora bien, como en otros asuntos, el zapaterismo ha ido un paso más allá que el felipismo: Al igual que el franquismo, no se ha quedado en casa a la hora de encontrar enemigos, sino que se ha atrevido a buscarlos fuera de nuestras fronteras. De esta forma, el Ministro de Fomento y 'chico para todo' José Blanco, que lo mismo está para un roto que para un descosido, ha culpado de los actuales males de nuestra economía nada menos que a una conspiración internacional contra Zapatero: Además, con este ataque a España por parte de determinados intereses financieros, parece ser que plasmados en los últimos editoriales de aquella prensa de tendencia socialdemócrata que hasta ayer mismo se deshacía en elogios hacia nuestro presidente, se pretende también... ¡acabar con el euro!
Ya que el señor Blanco llega tan lejos, no debería conformarse con hacer alusiones generales a 'especuladores financieros' que hallan su correspondiente cobertura en cierta prensa que podríamos denominar, ya puestos en estas lides conspiranoicas, como 'judeo-capitalista'. ¿Quiénes mueven los hilos, quiénes se han conjurado realmente contra Zapatero, España y el euro? ¿Aznar, cómo no, con la colaboración del gran imperio multimedia de Rupert Murdoch? ¿La Pérfida Albión y su libra esterlina? ¿El mismo complejo 'militar-industrial' que en su momento ordenara el asesinato de Kennedy o el golpe de Estado contra Allende y que todavía, pese a Obama, gobierna 'de facto' los Estados Unidos, siempre presto a imponer los intereses económicos estadounidenses en todo el mundo?
Hay quien sostiene que la verdadera conspiración, no judía, pero sí eminentemente masónica, es la que hace tiempo lleva emprendiendo este Gobierno rabiosamente anticristiano contra los principios tradicionales de la sociedad española, con el objetivo de hacer realidad ese pronóstico de Alfonso Guerra en 1982: 'A este país no lo va a conocer ni la madre que lo parió'. Lo que sí parece claro es que, desde que tenemos a Zapatero en La Moncloa, España está siendo víctima al menos de una conjura: La de los necios.
Autor: Pedro Moya
Publicado el 11 de febrero de 2010
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