jueves, 25 de octubre de 2018

Rubalcaba, ni un minuto más


¿Qué hubiera pasado si, en plenas conversaciones del Gobierno de Tony Blair con el IRA, se hubiese publicado que mandos políticos y policiales del Departamento de Interior avisaron a miembros de la organización terrorista para evitar su detención? El Ministro (allí, Secretario de Estado) se hubiera visto en la obligación de dimitir inmediatamente, si antes no se le hubiese cesado de manera fulminante. Es más: Si dicha información se hubiese llegado a confirmar, a buen seguro que Gordon Brown hubiera sido mucho antes Primer Ministro del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte; o incluso le hubiera podido tocar por adelantado al mismísimo líder de la oposición conservadora, David Cameron, en el caso de que el escándalo hubiese forzado al Gobierno a adelantar las elecciones al Parlamento británico.

En un Estado de Derecho con una mínima tradición, el primer indicio de colaboración con banda armada por parte de cargos de confianza de un Ministro del Interior hubiera provocado, no sólo la asunción de responsabilidades políticas al más alto nivel, sino también el peligro de inestabilidad de todo un Gobierno. Máxime si se trata de un país especialmente golpeado por la vesania terrorista, donde comportamientos tan miserables deberían adquirir el agravante de suponer actos de traición a las víctimas y a la memoria de quienes dieron su vida por la nación.

Aunque cabe reconocer que tampoco es normal que en una democracia asentada alcance la categoría de Ministro, y menos de Interior, un personaje que, como el siniestro Rubalcaba, ha protagonizado algunas de las páginas más negras de la historia reciente: Gobierno del GAL, violación de la jornada de reflexión del 13-M y, ahora en Interior, 'chivatazo' a ETA y sistema de espionaje SITEL. Quizá Zapatero necesitara a alguien de acreditada falta de escrúpulos para ocupar tal cargo en el momento en el que se iniciaban las negociaciones de su Gobierno con la banda etarra, y también ahora cuando hay que escenificar un aparente y radical cambio de rumbo. 

Ahora bien, resulta difícilmente explicable que desde determinados medios de comunicación, incluidos no afines precisamente al PSOE, se haya pretendido atenuar la incumbencia de Rubalcaba en un hecho tan sumamente grave e ignominioso, sin parangón en nuestra democracia. Ni tan siquiera los últimos éxitos contra el terrorismo etarra han de servir para exculpar las responsabilidades políticas de un dirigente al que debería exigírsele en su ejecutoria un comportamiento particularmente pulcro y absolutamente libre de toda sospecha. No ya por su escabroso historial, que también, sino por el papel capital que como Ministro del Interior ha de desempeñar en la lucha contra el terrorismo y el crimen en general y en la garantía del ejercicio de los derechos y libertades de los ciudadanos. 

Por tanto, basta ya de paños calientes: Alfredo Pérez Rubalcaba no debe seguir ni un minuto más al frente del Ministerio del Interior. Lo demás es marear la perdiz.

Autor: Pedro Moya
Publicado el 21 de enero de 2010

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