Aguirre: "Zapatero es un rojo, lo ha dicho él, y está encantado en ese papel". Lo que no parece que haya dicho Aguirre es que a los rojos les debemos la etapa más larga y calamitosa que ha padecido la Humanidad. Una etapa donde más de la mitad de la población mundial fue sometida al riesgo genocida —hubo 100 millones de asesinatos— y careció por completo de libertades, reservándose para el individuo el mero papel de siervo de un Estado controlado por el Presidium y sus funcionarios del partido, casta compuesta por un escaso 3% de la población que gozaba de toda clase de privilegios, incluido el de tiendas exclusivas de alimentación bien abastecidas, mientras el resto vivía en la penuria.
Tampoco ha dicho Esperanza Aguirre que si este es el modelo al que pretende conducirnos Zapatero, y no hay duda que en ello está a juzgar por su trayectoria desenfrenada, de no mediar una gran sorpresa en las dos o tres elecciones próximas, lo que parece casi imposible con esta Oposición de merengue y con todas las televisiones controladas por el aparato del Poder zapaterino, España tiene muy negro su futuro y quizá, en el mejor de los casos, lleguemos durante un tiempo a parecernos a la Albania del tirano Enver Hoxha, un fulano al que los propios rojos de la época llegaron a repudiar. Como los socialistas moderados de hoy, pongamos nórdicos, alemanes y británicos, desprecian a ZP.
Eso sí, se mantendrán las elecciones para que no nos expulsen de Europa, pero éstas no dejarán de ser un paripé cuyo único acto auténtico será el de introducir la papeleta en la urna. De hecho, no andamos ya demasiado lejos de ese paripé. Todo lo demás, concienciación de la ciudadanía, campañas electorales limpias e información crítica de los partidos hacia el gobierno del rojo Zapatero, no será sino un apaño o mero simulacro de democracia que se verá enlodada por el uso masivo, a favor de parte, de todos los medios del Estado.
Otros dos modelos de régimen político, el peronista y el bolivariano del gorila Chávez, ambos dispuestos a eternizarse en el poder mediante la dictadura de la información y la coacción violenta al adversario, podrían ser igualmente válidos para el futuro que Zapatero quiere crear en España, nación a la que sin duda desprecia porque solamente su nombre y todo lo que hay detrás del mismo —patriotismo, respeto, tradiciones, familia, historia, religión…— le infunde pánico y le despierta el resquemor más angustioso. De ahí la necesidad de relacionar a cualquier opositor con etapas anteriores previamente desacreditadas por ellos, de ahí, por supuesto, la fanatizada Ley de Memoria Histórica.
Todo ello demuestra que otra de las características esenciales de los rojos zapaterinos, casi al mismo nivel que el de la propaganda falsaria, es la doblez redomada que destinan al electorado de buena fe. Los programas electorales de los rojos jamás se cumplen, solamente sirven para engañar a los crédulos. De donde se deduce que la credulidad debe ser una conducta muy generalizada entre los españoles o de lo contrario no se entendería el alto número de votantes que estos farsantes consiguen.
En resumidas cuentas, los rojos se modernizan y en la actualidad adoptan la hipocresía como principal norma política, sin confesar nunca sus intenciones últimas o su programa de máximos, sin llamar en ningún caso a la revolución destinada a la “dictadura del proletariado”, es decir, a la dictadura del PSOE y sus amigos sindicalistas, más los de la ceja. Al contrario, van imponiendo gradualmente su programa oculto, destinado a liquidar lo que más temen que pueda frenarles su apetito de poder: la institución de la familia. ¿Cómo se justificaría, si no fuese así, los matrimonios gays, el divorcio exprés, la píldora abortiva, el aborto libre y los planes para implantar la eutanasia? ¿Cómo darle respaldo, en el caso de haberse anunciado previamente en el programa electoral del PSOE, al hecho de quitarles la patria potestad a los padres a través de iniciativas que afectan de lleno a las menores de edad?
Así pues, no es exagerado afirmar que los rojos degeneran, puesto que ya ni siquiera confiesan esos abyectos fines de los que hace décadas tanto alardeaban. Y es que ahora no ven en esa confesión nada útil para ilusionar a un pueblo compuesto esencialmente de clase media. En consecuencia, actúan como una banda de mafiosos y degenerados.
Autor: Policronio
Publicado el 1 de junio de 2009
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