lunes, 8 de octubre de 2018

‘Pardillo’ Obama, subido en lo más alto del guindo

Barack Obama en El Cairo, año 2009.

Una de dos, o bien Obama es un perfecto embaucador y le dice a todo el mundo lo que quiere oír —al más puro estilo Zapatero—, como se deduce de su discurso de El Cairo, o bien nos las habemos ante un auténtico pardillo que no es capaz de valorar cuáles son los enemigos de Occidente, para mantenerlos a raya, ni qué motiva un hecho incuestionable que fomenta esa alarmante enemistad: la falta de democracia y respeto a los derechos humanos en los países musulmanes, donde hay cautivas más de 1.200 millones de personas, incapaces de sacar el pie del lodo a consecuencia de una religión opresiva para sus propios seguidores y tan belicosa como expansionista hacia las naciones no sometidas a la Sharia. De ahí que clame al Cielo el hecho de que “Pardillo” Obama apele a una tolerancia que nunca existió y encima la refuerce mediante un ejemplo ilusorio, inventado. 


El gran mal de nuestra generación no es que hayan concurrido al mismo tiempo, en conjunción “planetaria” que diría la extremista Pajín, dos individuos atolondrados —cada uno con su nivel de bobería— que se muestran incapaces de valorar la realidad de principios del presente milenio, cautivo y desarmado ya lo que fue un comunismo que pereció de inanición y que de inmediato fue sustituido por un islamismo al que la agresividad y la exaltación le salen por todos sus poros. No, no es ese el problema. La complicación mayor se da al comprobar que esos sujetos buenistas de boca para afuera (Obama y Zapatero) han sido incapaces de reunir en derredor suyo, salvo en los temas propagandísticos que acaban siempre en farfolla, a una serie de asesores de cierto fuste, preparación y dignidad profesional. Porque ya se me dirá quién le ha escrito el discurso apologético del despótico islam al morenito USA —por cierto, de larga estancia en la musulmana Indonesia—, como para que éste haya llegado a la conclusión de que Andalucía y Córdoba (sic), se entiende que en su etapa islámica, fueron contemporáneas de la Inquisición, un antiguo tribunal que, no se olvide, se extendió con más o menos intensidad por toda Europa.

El Mundo nos ofrece un párrafo interesantísimo de cuya lectura es fácil deducir que Obama no repara en halagos a la hora de contentar a los déspotas, luego de ahí mi tendencia a creerle un farsante: “Para enfatizar su mensaje Obama no dudó en recurrir a versos del "Sagrado Corán"  —así lo llamó usando el modo de expresarse de los propios musulmanes— en un gesto que provocó de nuevo una salva de aplausos entusiastas”. Lo que a su vez indica que no tiene ni idea de cuál es el origen de una obra religiosa —por llamarla de algún modo— como es el adulterado Corán de nuestros días, cuyo texto aseguran que no puede alterarse ni en una coma pero sobre el que, curiosamente, hay dos versiones, una para los suníes y otra para los chiíes, que incluye un sura dedicado a Alí. Eso sí, ambas versiones se consideran inmutables.

Autor: Policronio
Publicado el 5 de junio de 2009

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