No resultaría nada extraño, visto el derroche continuado de los miembros del gobierno catalán en las cuestiones más peregrinas, que el día menos pensado Montilla encargase la fabricación de una buena partida de trabucos, arma de última generación a juzgar por la rancia mentalidad de los nacionalistas. Trabucos que debidamente usados a razón de dos o tres disparos por arma y combatiente, siempre entre ruedas de carros, caballos muertos, sacos terreros y pilas de cascotes de iglesias asaltadas por la izquierda, crease el entorno adecuado para atrincherarse en el caso de que el Constitucional osara refrendar esa verdad que todo el mundo conoce: El nuevo estatuto catalán es una filfa destinada al engaño y al privilegio, al privilegio de la casta política catalana, de partido único, y al engaño de un pueblo español entre aborregado y adoctrinado, que no se sabe lo que es peor.
Descrito el ambiente de lo que son las barricadas, cualquiera puede deducir que Montilla ha llamado a ocuparlas y para ello ha comenzado por enviarles una carta a esas 200 entidades, casi todas subvencionadas, que apoyaron en su día el editorial conjunto, es decir, que secundaron una iniciativa de carácter fascista y lo hicieron en defensa de que no se toque ni una coma al ‘Estatut’, un texto al parecer inviolable que de ser así se equipararía al mismísimo Corán, obra transmitida “directamente por Dios” a través de un arcángel y que no puede alterarse ya que su origen es anterior incluso a la existencia del hombre sobre la tierra. O lo que es lo mismo, el ‘Estatut’ no debe variarse ni lo más mínimo ya que precede a la llegada del catalán a Cataluña.
Ahora bien, si se tiene en cuenta que en la región catalana hay varios miles de entidades y asociaciones de índole similar a las que dieron su respaldo al anterior toque de rebato amontillado, la llamada a las barricadas de tan sólo 200 de ellas por parte del califa, firmantes únicas del mensaje arcangélico, no parece demostrarnos un gran entusiasmo por apadrinar la nueva religión del califato estatutario y mucho menos por ocupar, trabuco en mano, esas barricadas en tierra de nadie, apostadas a horcajadas entre el despotismo y la codicia, que el nacionalismo ha creado en Cataluña. El actual Príncipe de los Creyentes, el cordobés Montilla, afirma haber recibido un “alud de apoyos” a sus iniciativas, cuando más bien la nieve se haya amazacotada y la única que se desprende suavemente por la ladera es como consecuencia de su pataleo histérico ante el temor de perder el trono principesco en las próximas autonómicas.
A los adictos a subvertir las normas constitucionales, sean o no profetas de una fe inculcada durante 30 años, lo suyo es abrirles un proceso y que respondan ante los tribunales. Claro que para acometer un acto ejemplificante de semejante calibre, en lugar de anotarlo al capítulo del “todo vale” como se hace ahora, en España debería haber un régimen democrático donde imperase, sobre todo, la independencia judicial más acentuada, no este amasijo de arbitrariedades, intereses y corruptelas políticas que “disfrutamos” los españoles y que nos ha convertido en el hazmerreír de cuantos se molestan en observarnos desde otros países. Libertad no tenemos, salvo que uno refugie la denuncia en Internet, si bien el prestigio de los españoles cada día es mucho menor y acabará al mismo nivel que la libertad.
Autor: Policronio
Publicado el 7 de enero de 2010
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