Plaza de toros Monumental, Barcelona. |
Mañana se decidirá en el Parlamento catalán si quedan prohibidas las corridas de toros en esa comunidad. Lo curioso es que la decisión está en manos de unos individuos que se dicen parlamentarios, pero que hace muchos años que en realidad no dejan de dedicarse en cuerpo y alma (perdón por lo de alma) a la creación de una patria tan de diseño como ficticia y plagada de corrupción, para lo cual es preciso que nunca cese la siembra de odio, la destrucción de las normas comunes entre los españoles, comenzando por el idioma que a todos nos une, y la eliminación de cualquier tradición o símbolo que dé idea de la españolidad secular de Cataluña, una españolidad que ellos intentan adulterar a diario, cuando no reprimir mediante coacciones, con el fin de seguir adoctrinando a la población.
¿Se quieren prohibir las corridas para salvar a los toros? Nada más falso, porque es sabido que la subespecie de los toros bravos no existiría si no se criaran ex profeso para la fiesta nacional. “Nacional”, he aquí la clave de la cuestión al ser una palabra que en el ámbito de los nazis sólo puede usarse referida a Cataluña y nunca a España, ya que, para estos fanáticos que ocupan el ‘Parlament’, Cataluña es una nación y España no lo es. Les gustaría que nada hubiese en común entre ellos y nosotros, de ahí que también intenten eliminar la venta de banderillas, estoques y muñequitas con trajes andaluces de volantes de las tiendas de ‘souvenirs’ en las Ramblas o en los alrededores de la Sagrada Familia. ¿Qué especie debe protegerse eliminando muñequitas? Respuesta simple: la especie nazi.
Entendería, de otro lado, que en la votación de mañana quisiera legislarse a la portuguesa, es decir, que la muerte del toro no fuese real, sino más bien simulada. Incluso entendería que el asunto quisiera llevarse más allá y se legislara sobre las suertes de banderillas y varas, con lo cual el animal pasase ‘intacto’ al despiece en el matadero (se entiende que tras matarlo con el correspondiente pistoletazo en el cráneo), fin último de las reses bravas cuando han sido toreadas. No es el caso: Ninguna de esas cuestione digamos ‘humanitarias’ van a plantearse los políticos catalanes. Lo suyo es simple liberticidio o exigencia. Toros no, ¡prohibidos! Cine en catalán sí, ¡obligación por ley del 50% de salas, de momento, aun cuando no exista demanda! No importa si se arruina a los profesionales de ambos sectores del espectáculo. Ante todo, 'Em de fer país'.
También entendería, visto que los nazis son tan aficionados a montar sus particulares referéndums, que se organizara una consulta (a poder ser legal en esta ocasión) para que los catalanes decidieran la continuidad o no de las corridas de toros. ¿He dicho que los catalanes decidieran? ¡Ah, no!, que la política catalana debe ir toda en un paquete, dando siempre la sensación de que la alternativa es el franquismo, y no pueden particularizarse cuestiones ‘sobradamente resueltas’ como la educación, la lengua o incluso los toros y otras cuestiones simbólicas. ¡Faltaría más que el pueblo decidiera en los asuntos dudosos, se corre el riesgo de que algo así forzara a sospechar infundadamente que en Cataluña existe la democracia!
Pero lo que no acabo de entender, mejor dicho, se entiende perfectamente, es una prohibición que afectará a muchos aficionados de Cataluña y también a no pocos turistas que dejan su buen dinero en unas cuantas poblaciones que disponen de plaza de toros. Y eso sin contar a los profesionales que irán al paro, a los que habrá que reciclarlos en determinados circuitos turístico-taurinos con destino a ese Perpiñán de los años 60 (Catalunya Nord, al fin y al cabo) donde será posible contemplar cualquier espectáculo no impuesto por el régimen imperante. Y se hará así, porque al catalán nunca le ha faltado el ojo clínico para el ‘negoci’ y las ‘perpiñanadas’ enriquecieron a los franceses limítrofes durante un par de décadas.
Pocas dudas caben que este tema de los toros se está planteando desde un punto de vista estrictamente secesionista y que el hecho supone la ruptura de otra amarra con todo lo que suene a español. Luego es evidente que a esta gentuza que ahora manda en Cataluña podría adjudicársele, sin más, el viejo aforismo: ‘A mí me dejarán ciego, pero a ti te saco un ojo’.
Motín de Esquilache, obra atribuida a Francisco de Goya. |
Hace unos dos siglos y medio, a causa de una tontería semejante, se produjo un motín que a punto estuvo de costarle la corona al rey de España. Me refiero al llamado ‘Motín de Esquilache’. A pesar de que en esa época se daba un régimen de monarquía absoluta (no demasiado distinto al régimen catalán de ahora), todo un pueblo tuvo el valor suficiente para echarse a la calle por un quítame el largo de capa y no se dejó imponer cierto capricho. Claro que se trataba del pueblo de Madrid.
Deseando estoy que alguna vez en Barcelona, o en cualquier otra gran población catalana, haya un importante grupo de ciudadanos con las suficientes narices como para plantarle cara a sus políticos. Y no me refiero a la cuestión de los toros, que con ser importante en lo simbólico es casi accesoria, sino a los cientos de arbitrariedades que el catalán de a pie ha venido consintiéndoles sin rechistar a los nacionalistas.
Estoy convencido: Tarde o temprano el nacionalismo llevará a Cataluña a la miseria. Quizás también a la independencia, una cuestión que cada vez preocupa menos en el resto de España, pero mucho antes a la miseria. Y hablo de miseria en lugar de hablar de libertad, porque los catalanes aún no conocen esa libertad auténtica que tanta relación guarda con el bienestar del pueblo. Ni la conocen, ni la conocerán mientras sean los nazis los que ocupen las poltronas y arbitren a capricho. No se trata ahora de izquierdas o de derechas en el poder, sino de nazis de derechas o de izquierdas que ocupan la ‘Cámara de los Horrores’.
Autor: Policronio
Publicado el 17 de diciembre de 2009
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