Aguinagalde y Cañellas, vasco y catalán, respectivamente, y vecinos de Ciudad-Real, para más señas. Como se habrán podido imaginar, ambos son jugadores del equipo de balonmano de mi pueblo, a la sazón, el mejor del mundo de esta década. Algunos dirán que gracias al ladrillo y a la fenecida CCM, pero esa es otra historia.
El caso es que en el partido de ayer a los dos les tocó chupar banquillo exterior, o sea, el de los no convocados, hecho que les condenó a ver el evento juntos, pero no revueltos, y a compartir en cercanía los nervios propios de la situación.
Sí Julen y Joan hubieran nacido hoy y la circunstancia antes referida se hubiera producido dentro de veinte años, es muy probable que los dos mozalbetes hubieran tenido que comentar las jugadas en esperanto, probablemente en inglés o en un chapurreado, a la par que malentendido y odiado castellano, reliquia de los tiempos del imperialismo de Madrit. Eso, si les hubieran dejado mezclarse con seres de raza inferior, cosa que estaría por ver.
Sin embargo, hoy, conociendo ambos la lengua del “imperio”, pudieron departir sin ninguna dificultad sobre lo apretado del partido y sobre el empeño imposible de los chicos de Granollers. Sin dejar de lado el oportuno comentario, acerca del buen ver, y mejor palpar, de las tres o cuatro buenas mozas que se adivinaban en la grada cercana.
Una ventaja más de ser español y expresarse en la lengua común.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 6 de diciembre de 2009

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.