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Ocaso. |
Ha muerto un amigo sabio. Su nombre era y es Carlos Vilas Nogueira, gallego de Vigo —ahí es nada— e imbuido de devoción universalista, como todo buen gallego. Liberal experimentado y por lo tanto nada utópico, de los que gustan conservar los moldes de las ideas valiosas. Carlos era de esas personas sobre las que uno deseaba que se cumpliera el viejo rito burocrático del Régimen de los sesenta, que obligaba a despedirse en las instancias con un: “Cuya vida guarde Dios muchos años”. Carlos era esencialmente culto, a la vieja usanza, rayando a menudo en lo erudito e imbuido de ese espíritu renacentista difícilmente al alcance de las actuales generaciones, siempre dispuestas a lo hacedero y aun al todo vale.
Carlos nos ha dejado hace unas semanas, si bien lo hemos sabido hoy. Hacia él todo nuestro afecto y nuestro recuerdo entrañable. Como homenaje a quien colaboró con frecuencia en Batiburrillo, aportando a este blog varias docenas de trabajos excelentes, entre ellos un diccionario satírico-político que lamentablemente no pudo concluir, reproducimos uno de sus trabajos inéditos. Fue elaborado el 29 de enero de 2008 y no había sido publicado por razones que no vienen al caso.
Así escribía Carlos:
Aliar la propia casa
Era 2005 y Zapatero, feliz de la vida —qué pasmosa facilidad de adaptación del ser humano para sobrenadar entre cadáveres— lanzaba desde el balcón de Moncloa una palomita voladora a la que, enjugándose la baba, le había puesto el pomposo título de Alianza de Civilizaciones. Fue siguiéndola con la vista y observó su caída, que no fue en picado. Y es que todas las ideas abstractas y abstrusas se benefician del aura de inteligibilidad. Resisten una primera y hasta una segunda ojeada instaladas en el camuflaje de que se dotan tópicos y obviedades.
Las civilizaciones, o sea, esas vastas mareas humanas que van y vienen por la historia, que arrastran los sedimentos de lo mejor y lo peor de que somos capaces, son llamadas a enjuiciamiento por los clarines del clan cojitranco del partido socialista. Cien años de honradez en busca de autor. Veinticinco de fatuidad, epílogo firmado por ZP. De la “soledad” Nobel de García Márquez al intento novel de paz de Zapatero; la izquierda, de los laureles al poder o viceversa. En esto, como en tantas otras cosas, ZP muestra, ostentoso, su inmodestia progre. Se cree dotado para armonizar contrarios y aún de limar los colmillos a los leones. Allá él con su tarea; pero, el patio vecinal en el que vive es particular y hasta el portero de la casa sabe de sus limitaciones, cuando no se ríe de sus ridículas pretensiones.
En los foros de Internet se habla de todo y con pocas cortapisas, afortunadamente. Yo eché mi cuarto a espadas y apuntaba a que la cosa podía empezar en España, por la búsqueda de un entendimiento hasta las raíces del pensamiento, que habrían de dirimir la Iglesia y el mundo laico. Una avenencia que está en la fuente compartida de su historia y en el quehacer presente, con nuevos retos. Las preguntas sobre el hombre y Dios, que renovamos desde Tales, es evidente que se desmayan en nuestros días y el humanismo produce erisipela. La progresía se instala sobre las masas adocenadas y vive del comercio mostrenco. No se sabe si las rebajas han llegado también a la filosofía y nos mereceríamos un congreso, una escenificación de ese tipo, para que el ágora se llenase de la inteligencia, presuntamente oculta, intencionadamente agachada.
Ciertas ortodoxias religiosas, paralelamente, habrían de buscar una concurrencia, un común denominador de sus decálogos exportables al mundo civil. Si con el fruto de ese esfuerzo se obtuviese un solo colofón, como poner la vida del hombre como valor supremo, aunque no se grabase en los frontispicios de todos los templos, Zapatero podría tocar las campanas por un avance así de ciclópeo, aunque él no repartiese las cartas. Pero, “átenme esas moscas por el rabo”, dirá el coro de talibanes.
ZP además de amigo de palabras huecas tiene querencia por escenarios suntuosos y su Alianza tiene mucho de ambas cosas. No sabe o no quiere saber que, sin embargo, la política —se ha dicho hasta la saciedad— es el arte de lo posible. Lo posible es que la Eta atente o que muchos ciudadanos malvivan barridos por la crisis. Son esas realidades tangibles, cuando se solventan a diario, la pulsión para contrastar lo que se ventila en los marcos cercanos y es en ellos cuando la acción del mandatario adquiere su pleno sentido. Zapatero, por el contrario, se instala en la política como en ‘el paraíso de los charlatanes’, en definición de Bernard Shaw.
Presentación y Panegírico: Batiburrillo
Autor artículo: Carlos Vilas Nogueira (R.I.P) (Firmas invitadas)
Publicado el 2 de septiembre de 2009
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