lunes, 15 de octubre de 2018

Dicen que la prostitución...

...que no la abogacía, es el oficio más antiguo del mundo. Tan antiguo como la más primitiva de las formas de comercio. Y tanto más denostado, cuanto más avanzamos en la culturización del ser humano, con el olvido y la utópica y pretendida sustitución de lo que marca la biología y etología del bípedo implume.

Nuestra estructura cerebral es la del cazador, hombre, y cuidadora del hogar, mujer. Nuestra biología y fisiología, es la del viajero, hombre, y guardadora del hogar, mujer. ¿Quieren una prueba irrefutable? Cuando una pareja sale de viaje, él no necesita laxantes, ella sí. Él confía ciegamente en la posibilidad de conseguir comida, en cualquier circunstancia y a cualquier precio. Por el contrario, el metabolismo de la cueva de ella se hace más lento, por si las moscas, pues ha de dar de mamar a la prole y no las tiene todas consigo.


La estructura cerebral del hombre es la determinada por el  “peligro” que rodea su vida. La de ella, es la de la seguridad del hogar y la ineludible obligación de atender a los hijos. El instinto de supervivencia y de conservación de la especie de él, le lleva a tener el mayor número de eyaculaciones posibles, pues su vida es corta. El instinto de supervivencia y conservación  de ella, le lleva a preocuparse, fundamentalmente, de la prole y de todo lo que conlleva.

Nuestra cultura y biología de pareja y matrimonial ha solucionado gran parte de los problemas derivados de la diferente estructura cerebral de hombres y mujeres. Excepto los derivados de las distintas necesidades del número de apareamientos.

Y ahí nace la prostitución: donde el hombre busca un apareamiento que se le niega en su vida de pareja y la mujer saca provecho monetario de ello.  

Ante esa realidad, ni leyes ni ordenanzas, ni decoro.

La prostitución tocará a su fin, cuando, tras decenas de miles de años de culturización, las “necesidades” masculina y femenina se equiparen, con la homogeneización de sus estructuras cerebrales. O sea, cuando los roles determinados por aquella no sea cuestión de psicólogos y psiquiatras, sino de arqueólogos.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 1 de septiembre de 2009

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