Barcelona, Navidad de 2009. |
Decía Jefferson: “La vieja práctica de los tiranos es usar una parte del pueblo para tener sometida a la otra parte”. Todo hace pensar que los nacionalistas catalanes, tan opresivos ellos y a la par tan sensibleros a cuanto se les oponga, usan un método análogo al de los tiranos para mantener inerte y despreciada a más de la mitad de la población. Eso sí, con el agravante de la bravata continuada en el caso de esta gentuza, una táctica que los nazis usan a todas horas y siempre buscando dar un paso más allá en el desafío a la razón y a la legalidad.
Véase, si no, la tremenda provocación que supone la última canallada del ayuntamiento de Barcelona, que no ha dudado en felicitar la Navidad a sus convecinos mediante rótulos multilingües en los que “casualmente” se han olvidado del español o castellano, un idioma que en el ámbito del municipio barcelonés se refiere a bastante más de la mitad de los empadronados. A los que las multas, impuestos y propaganda electoral les llega siempre en bilingüe.
La jugada del infame alcalde y de sus secuaces sólo es posible justificarla si parte del más execrable de los sentimientos, el odio. Y frente a un hecho manifiestamente arbitrario, clama al Cielo la ausencia de denuncias en los medios de comunicación locales, a los que cabe atribuirles la típica mansedumbre rayana en la cobardía. Si de verdad nos halláramos ante un pueblo de auténticos demócratas, los catalanohablantes que dispusieran de un mínimo sentido de la equidad deberían ser los primeros en alzar la voz en contra del despotismo que padecen, más que nada porque sus convecinos de idioma castellano están demostrando año a año, abuso recibido tras abuso, ser un perfecto rebaño de borregos. No todos, evidentemente, pero sí los que suelen definirse como la mayoría silenciosa. Más silenciosa que nunca.
Los remedios son siempre más lentos que los males, dice el aforismo popular, de ahí que uno tienda a pensar que tardará bastante en llegar la solución al abuso continuado de los que ahora mandan en Barcelona, y por extensión en toda Cataluña. Nazis, recordad que nadie es lo suficientemente pequeño o pobre como para ser despreciado indefinidamente. Y es que el día que caiga este repugnante régimen nacionalista… ¡más de uno se echará a temblar ante el historial que deja! En el presente caso, no sería de extrañar que unos letreros cargados de provocación y odio acabasen apedreados. ¿Feliz Navidad? Si acaso será feliz día del odio.
Texto: El Corregidor (Firmas invitadas)
Publicado el 26 de noviembre de 2009
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