Protesta Obama "Care". |
La aprobación por la Cámara de Representantes estadounidense de la reforma sanitaria obamita ha despertado el aplauso prácticamente unánime de la vieja y genuina Europa, como no podía ser de otra manera. Pero el entusiasmo inicial ha dado paso inmediatamente al estupor: ¿Dónde están esos más de 45 millones de ciudadanos que, como se dice y se repite como un sonsonete, carecen de seguro médico en los Estados Unidos? ¿Por qué al menos buena parte de ellos no ha inundado las calles para celebrar la buena nueva? Es más: ¿Qué explicación tiene que, según las encuestas, una clara mayoría de norteamericanos se muestre contrario a tan benéfica reforma, que increíblemente ha llegado al extremo de deteriorar sobremanera la imagen del presidente Obama? ¿Y que además haya estados de la Unión, tanto demócratas como republicanos, que hayan anunciado la presentación de denuncias ante el Tribunal Supremo ¡por la inconstitucionalidad de la legislación!?
¿Pero qué persona que no esté medianamente en sus cabales puede rechazar una sanidad 'universal y gratuita' como la que disfrutamos en Europa? Hay qué ver, estos americanos son realmente incorregibles: Parecían haber alcanzado por fin la madurez política y democrática cuando otorgaron la victoria a San Obama, pero definitivamente se trató de un espejismo. Y mira que llevan votando desde hace siglos los muy condenados, pero no aprenden.
Sí es cierto que el presidente Obama no ha engañado a nadie al sacar adelante su reforma sanitaria, ya que era uno de los 'puntos-estrella' de su programa electoral. Además, ha tenido la virtud de plantear a la sociedad estadounidense un debate que en Europa, donde prácticamente desde sus orígenes con Bismarck consideramos indiscutible, y por ende intocable, el sistema de Seguridad Social, está sencillamente vedado: ¿Qué es preferible, que el ciudadano pague menos impuestos y, por tanto, disponga de más efectivo propio para usarlo en lo que considere oportuno, o bien que el Estado retraiga forzosamente al contribuyente más dinero para que aquél lo emplee en proporcionar atención sanitaria? Seguramente los europeos, acostumbrados (quizá con la única excepción de los británicos) a convivir desde que nacen con un Estado paternalista que todo lo provee, y por tanto ávidos de que les cubra las necesidades básicas, se decantarían por la última opción de manera generalizada. En cambio, los norteamericanos, de arraigada cultura de libertad individual, creen que el Estado no es quién para inmiscuirse en un asunto que debería ser de libre elección y responsabilidad del individuo, máxime cuando se trata de su propio dinero. Simplemente, ponen la libertad por encima de la seguridad personal.
Ay, estos americanos... ¿Cómo es posible que semejantes fanáticos del individualismo hayan construido la nación más poderosa, libre, próspera y desarrollada?
Autor: Pedro Moya:
Publicado el 25 de marzo de 2010
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