El totum revolutum, o revoltijo, es el sistema ideal para que los políticos desaprensivos —hay quien sólo los catalogaría de inexpertos o serviles— sometan a la consideración de los electores un lote de proyectos variopintos que deben ser refrendados en bloque. En tales circunstancias, lo usual es que ese lote integre ciertos planes que no se ven nada claros, de ahí que se entremezclen a propósito con otros proyectos realmente sugestivos que sí apetece votar a favor.
El caso más sonado de totum revolutum en España podría considerarse la Constitución de 1978, que a pesar de su extremada ambigüedad, según la cual en el futuro valdría cualquier cosa y su contraria, muchos respaldaron al considerar que, en conjunto, la nueva Norma suprema supondría la restauración de un régimen democrático y de libertades públicas que nos equiparase a Occidente y nos eliminara buena parte del complejo que sentíamos los españoles ante los millones de turistas que nos miraban por encima del hombro.
Con la perspectiva de los 30 años transcurridos, que como es lógico nos ofrecen ya bastantes evidencias respecto a la muy discutible utilidad de la Constitución, lo primero que podemos advertir es que los proponentes actuaron con pillería, usando la golosina de ofrecernos “libertad sin ira” a fin de buscar nuestro Sí en el referéndum. Porque nadie negará, creo, que en el interior de esa Constitución —en el mismo paquete variopinto— se incluían al menos dos cuestiones poco claras que bien hubiesen merecido, cada una de ellas, un referéndum aparte: La continuidad de la Monarquía designada por el anterior régimen y la creación de un Estado descentralizado en Comunidades Autónomas, cuyas competencias hoy es posible advertir que serán ilimitadas —además de insuficientes para los nacionalistas— gracias al insensato artículo 150.2, de tan frecuente uso.
Así, pues, con una Constitución aún en vigor pero incumpliéndose en numerosos ámbitos, circunstancia que la deja a ojos vistas en papel mojado, es obvio que los españoles caímos en la trampa del ratoncillo. Una trampa, por lo demás, tan laberíntica como perdurable. De ahí que hace algún tiempo que algunos busquemos la salida a esta situación, visto que el poder de Zapatero ha ocasionado numerosos focos de podredumbre y que la Oposición no existe para denunciarlos con el vigor suficiente. Pero aseguraría que no será nada fácil encontrar esa salida, puesto que el foco principal de podredumbre se localiza en el enquistamiento de una oligarquía política hoy por hoy inextirpable.
Autor: Policronio
Publicado el 7 de enero de 2009
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