jueves, 20 de septiembre de 2018

Sobre los ejércitos


Recibo un reportaje sobre nuestros soldados en misión de "Paz", que uno a este escrito. Aquí puede verse, para descargar el PPS basta hacer clic sobre la presentación.

Al contemplar las imágenes, razones profesionales y de experiencia en la vida me han sugerido los siguientes párrafos:

Estoy junto al Ejército. Junto a los ejércitos de cualquier lugar del mundo. Son la más fidedigna representación de la patria. Solo de la patria. No concibo que en las crónicas, salvo en el caso de guerras civiles, se escriba: "El ejército rojo", "El ejército nazi". El Ejército es el brazo armado de la nación, encargado de protegerla de sus enemigos, exteriores o interiores. Y lo es cualquiera que sea el tipo de régimen bajo el que esté gobernada. En la Segunda Guerra Mundial, baste citar como ejemplo de lo que se ha dicho, luchando por la URSS estaba el Ejército ruso y no el Ejército rojo. Y luchaban porque así lo habían requerido las circunstancias y así lo habían dispuesto los políticos que, en aquellos momentos, regían a las naciones beligerantes. Por la misma razón, luchando por Alemania, lo hacía el Ejército alemán y no el Ejército nazi.


El color se les puede atribuir a los políticos, no al Ejército. Los ejércitos no tienen otros colores que los de la bandera de su patria. Y por ella luchan y mueren; vencen o son derrotados. En la inteligencia de que su premisa es la romana "Si vis pacem, para bellum". Las naciones que entran en guerra, en el 90% de los casos están regidas por políticos civiles. Rara es aquella a cuyo frente está un militar. Cada uno de vosotros puede dar un repaso a la historia y comprobarlo. Me refiero a las naciones regidas por militares profesionales, no improvisados, como fueron Adolfo Hitler, Fidel Castro y tantos más.

Pienso, con horror, qué hubiera sido de España si la guerra la hubiesen ganado los rojos. A diferencia de lo que hicieron los nacionales tras la guerra, que constituyeron juicios contra asesinos vulgares, de haber ganado los rojos la posguerra se hubiera convertido en una escabechina de adversarios ideológicos. No se hubiera salvado ni un funcionario, ni un oficial, ni un suboficial del Ejército Nacional. En septiembre de 1939, regida España por políticos rojos, hubiéramos entrado ipso facto en la Segunda Guerra Mundial, al lado de los aliados. Los alemanes nos hubieran planchado. Luego, las tropas aliadas, al "liberarnos", nos hubieran vuelto a planchar.

Las imputaciones sobre el belicismo de los militares no son más que patrañas de los políticos para ocultar sus verdaderos designios: "Dime de lo que te jactas y te diré de lo que careces". Cuando Japón, obligado por el dogal de los que llamábamos aliados (regidos por políticos), tuvo que entrar en la Segunda Guerra Mundial, le fue encomendado al almirante japonés Yamamoto el planeamiento de la operación sobre Pearl Harbor. Cuando Yamamoto expuso su plan ante los políticos y el Estado Mayor japoneses, el comentario unánime de estos fue: "Genial". Tristemente, el almirante respondió: "Genial sería el plan que consiguiera evitar la guerra".

Entrando en la presentación que ha dado origen a estas líneas, no puedo por menos que hacer el siguiente comentario: No es cierta la imagen de soldados gimoteantes a todas horas. Un ejército en campaña no está constituido por una masa de gente apesadumbrada, continuamente con las lágrimas en los ojos, los rostros crispados y la cabeza entre las manos. De las imágenes de esta presentación, de tipo propagandista, lo mejor que podemos decir es que se equivoca. Pienso que de buena fe. Pero en muchos casos, las imágenes constituyen propaganda desmoralizadora, insidiosa, de enemigos infiltrados en Occidente. No hace falta ser muy perspicaz para advertir, por la prensa y expresiones de ciertos políticos, que el enemigo también está dentro de nuestra casa. 

La guerra no es un continuo matar y morir. Desde que las tropas de Occidente están enfrascadas en las guerras provocadas por los políticos del Islam (no por el Islam), no se cuál es el número de muertos que los aliados han tenido, pero no creo que lleguen a 10.000. En el mismo lapso de tiempo, igual o superior ha sido el número de muertos, solo en España, en accidente de carretera. Con arreglo a esta presentación, los españoles (y los ciudadanos de naciones que se encuentran en similares circunstancias) tendrían que estar dándose cabezadas contra las paredes, con los ojos "moraítos” de tanto sufrir.

No. El soldado en la guerra, salvo circunstancias que suponen una ínfima parte del tiempo, está alegre. Añora a su hogar, pero no en forma obsesiva ni lastimera. El compañerismo aflora con toda intensidad. ¿Os dais cuenta como, tras las guerras, suelen formarse agrupaciones de excombatientes de las que en ellas participaron? Y confraternizan los que, en más de una ocasión, se encontraron frente a frente, luchando con un fusil en la mano. Repito: el compañerismo aflora con toda intensidad, como no se siente en la oficina o en el taller. En los momentos del combate, apenas un breve lapso de tiempo dentro de su permanencia en el frente, el soldado puede tener el rostro crispado. Pero es en los momentos iniciales y, desde luego, no vuelve a pensar en ello una vez terminado. 

En el frente, si se está en posición, el riesgo es mínimo. Las monótonas guardias en el parapeto se alternan con tertulias, que es la ocupación preferida, en las que se habla del hogar, añorándolo, paladeando su recuerdo, pero no gimoteando ni llorando. Tal vez, la vida en un frente estable se siente más plenamente que en la retaguardia, muy lejos de la línea, ya sea en el taller, ya sea en la oficina.

Si se está en operaciones, todo es andar. Pongamos 40 Km. a N. Al día siguiente, 35 al SO. Al otro, 50 al NE y así día tras día. Los soldados, endurecidos, sobrellevan las marchas sin esfuerzo. Siempre marchando, hasta que uno de los generales contendientes se equivoca (o los dos) y sobreviene el choque. Entonces sí hay bajas. Pero no en cantidad suficiente como para que los combatientes estén continuamente abrumados. Durante nuestra Guerra Civil, que algunos conocemos como de Liberación, la infantería nacional tuvo 44.000 muertos. Fueron tres años de guerra. La artillería 1.800 y las restantes armas y cuerpos, cantidades muy inferiores. Y hubo batallas muy duras: el Jarama, Brunete, Teruel, el Ebro.

Repito: No a presentaciones similares como la que adjunto. Creo, estoy seguro, por cuanto lo considero cierto desde mi propia experiencia, que en este caso el autor obra con buena fe, pero está equivocado. Muy equivocado. 

Autor: Rogelio Latorre Silva
Publicado el 24 de enero de 2009

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