jueves, 20 de septiembre de 2018

La camita blanca de Obama


Nos pasamos tanto tiempo hablando y escribiendo al respecto de la Libertad del Hombre, que a veces, muchas veces, casi siempre, nos olvidamos de que el Hombre es libre y los hombres, únicos, las más de las veces, para equivocarse, como no podía ser de otra forma, dada la naturaleza manifiestamente mejorable del Género.


El caso es que desde hace trescientos años, aproximadamente, que la Humanidad viene empeñada en hacer valer la categoría de los sujetos, individualmente considerados, sin hacer el menor caso a la cuna o cama, o sea, despreciando a príncipes impotentes, ineptos, incapaces y viciosos, que también. O eso parecía, hasta que unos cuantos vividores le han cogido el gusto a sacar ventaja del árbol genealógico. Tras la oportuna poda, por cierto.

De modo, que  ni la Enciclopedia, la Ilustración, ni sesenta mil revoluciones que han venido o pudieran venir, de todas clases y colores, ni la obra “democrática” y de progreso de otros tantos autores, han logrado que los pretendientes al Poder renuncien a apelar a la cuna o genealogía, como mérito primigenio, principalísimo y fundamental, para convencernos de que ellos deben ser los autorizados a mangonear con nuestras vidas y haciendas.

Y así, en lo que nos interesa, Zapatero se permite apelar a su único abuelo reconocido. Lo que indica que no conoce a la mitad más uno de sus progenitores, propio de quien está destinado a volverse loco buscando su partida de nacimiento, por decir de manera fina, lo que de otra forma dirán los centenares de miles que han perdido su empleo, mientras el citado hace como que no se entera de lo que pasa.

Y Obama, ah Obama, mitad negro y mitad blanco, haciendo gala del sufrimiento de la mitad de sus antepasados, cuando en una sociedad democrática los antepasados y sus tribulaciones deberían importar más bien poco. Las de los unos y las de los otros.

Al fin y al cabo, otro que no es capaz de olvidarse de su familia. Aunque su camita es blanca. Un hombre libre y equivocado. 

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 25 de enero de 2009

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