Si se valora el baño de multitudes que acaba de concederse Obama entre Filadelfia y Washington, a tres días vista de otro baño no menos multitudinario y televisivo urbe et orbe en su toma de posesión ante el Capitolio, pocas dudas caben sobre la inconveniencia de exhibirse de tal modo, a todo tren, del próximo inquilino de la Casa Blanca. Cleóbulo de Lindos, uno de los siete sabios de Grecia, lo dejó claro en cuatro palabras: “Lo óptimo, la mesura”. Cuanto más si tenemos en cuenta que los ejemplos dados por el “más mejor”, -que quien ha de reprender ha de ser irreprensible-, arrastran a los segundones y tercerones en el absurdo ejercicio de gastar lo que no se tiene, ejercicio al que tan aficionados son los políticos, con especial énfasis en actividades improductivas.
Desde el punto de vista europeo, habitualmente de proceder más sobrio a diferencia de esas parafernalias a que tan acostumbrados están los norteamericanos —si descontamos el protocolo medieval del Reino Unido y en parte la asunción de la presidencia de Francia—, tanta pompa y circunstancia usada por el useño —valga la expresión— se me antoja ciertamente incompatible con los tiempos de crisis galopante que se viven allí, donde el déficit sitúa a 44 estados norteamericanos al borde del precipicio presupuestario. Claro que esos estados yankis, digámoslo todo, aún no se dedican a montar sus embajadas cinco estrellas por el mundo, y mucho menos practican el estilo nacionalista vasco o catalán, ejemplo supremo de derroche con peculio ajeno.
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Obama el deseado, ya veremos por cuánto tiempo y, sobre todo, qué dejará como legado. |
De modo que apunto a la posibilidad de que el nuevo amo del mundo resulte al final un verdadero bluf —y ojalá me equivoque por el bien de todos—, ya que quizá, como algunos vaticinan, basará su política en una actividad propagandística incansable y nada prudente, igual que hace todo progre que se precie. Y Barak Obama lo es, ya veremos en qué grado. No se trata aquí, pues, de un posado con pieles o en camisón, a lo Vogue o a lo Soraya, sino de una verdadera marcha triunfal que solamente el uso del ferrocarril ha impedido que transcurriera entre pétalos de flores sembrando la ruta. Y encima, supongo, sin que nadie le dijese al oído “recuerda que eres mortal”. Porque, no nos engañemos, Obama ya estaba desde hace días en la capital norteamericana, ha debido retroceder para iniciar el clamoroso avance.
PD: Espero que los lectores de Batiburrillo me concedan el derecho a equivocarme en los párrafos del presente artículo, un acto que a la postre quizá resulte comprensible como consecuencia de lo escamado que uno anda con nuestro político local. Vamos, con ZP, otro progre mucho más contrastado.
Autor: Policronio
Publicado el 18 de enero de 2009
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