viernes, 21 de septiembre de 2018

La desidia de ZP con Gibraltar


Dice el ABC que el "Gobierno de España" -lo entrecomillo para que se advierta aún más la paradoja- se dispone a instalar un Instituto Cervantes en Gibraltar, pequeño territorio que, como se sabe, el tratado de Utrecht le asignó a tí­tulo de colonia al Reino Unido. En el bien entendido que revertirí­a a España si los británicos renuncian a él, y por lo tanto de ningún modo podí­a declararse independiente. Claro que, ante la imposibilidad de una independencia indiscutible, siempre cabe acogerse al ví­nculo mí­nimo con el Estado al que se pertenece y desvincularse de todo lo demás. Tradicional método usado por esas comunidades periféricas españolas que, asimismo, ambicionan lo mejor de ambos mundos. 


Desde entonces, 1713, los británicos se anexaron ilegalmente el istmo entre Gibraltar y la península, que de ningún modo les correspondía por el tratado, y además han venido disfrutando de una serie de privilegios a coste mínimo, como el suministro de agua y víveres —mucho más tarde líneas telefónicas o electricidad—, que junto a las ventajas aportadas por la metrópoli británica, consistentes en subvenciones y cero impuestos, ha ido convirtiendo a los habitantes de la Roca, la mayoría de ellos importados de diversas plazas y colonias africanas, en un emporio de prosperidad sin límites. Así, disfrutando de las mejores bicocas de ambas dos fronteras, no hay llanito con dos dedos de frente que desee cambiar su estatus.  

Planeadora de contrabando capturada (docenas de estas embarcaciones parten de Gibraltar o de Marruecos).

Por otra parte, un factor nada desdeñable de la riqueza que el minúsculo territorio (6,8 Km2) había ido atesorando estuvo basado en una masa de mano de obra española a precio de jornalero, que duró hasta el cierre de la verja en 1969, y que posteriormente obligó a los gibraltareños a reconvertirse a todo tipo de actividades relacionadas con el contrabando de tabaco, drogas y cualquier otro producto que pudiera colocarse a este lado de la frontera. Entre las que se incluyó, como prueba palpable de la falta de escrúpulos ante los negocios, el suministro de combustible exento de impuestos a cuantos barcos lo solicitasen entre los muchos que cruzan el estrecho. No importaba nada si se hacía —tal práctica continúa— desde petroleros decididamente obsoletos que han provocado varias mareas negras en las costas españolas.

Si a esas actividades genuinamente delictivas en el terreno internacional, consentidas por el Reino Unido para evitarse así el aporte de liquidez a un territorio que no sería autosuficiente de no jugar con tremendas ventajas, como sucedió durante la época en que la verja permaneció cerrada (1969-1982), le sumamos otras operaciones no menos delictivas, como son la creación de sociedades fantasmas dedicadas al blanqueo de dinero y evasión de impuestos, resulta que nos hallamos ante un verdadero cáncer enquistado en plena costa de una de las regiones españolas más deprimidas: Andalucía.

Son muchos los habitantes de Andalucía, en cuyas costas se vive esencialmente del turismo, los que no salen de su asombro al advertir que Gibraltar está ocupando ahora aguas territoriales españolas para ganarle terreno al mar, lo que se hace a base de sucesivos rellenos con áridos que para más inri proceden de España. Unos terrenos donde se piensan ubicar varios complejos turísticos que competirán directamente con los andaluces y lo harán en mejores condiciones fiscales. Es decir, a mejor precio.


Y todo esto ocurre sin que el “Gobierno de España”, que ya se bajó los pantalones en la última negociación a tres bandas (2006), donde se le concedió trato de Estado a la representación de la Colonia —y se los ha vuelto a bajar con cada submarino nuclear que ha atracado en la Colonia—, se moleste en hacer nada que lo impida ni se atreva a emitir una simple nota de protesta. Todo lo contrario. 

Todo lo contrario, como se demuestra mediante el hecho escandaloso destapado por el diario ABC, en el que se critica la pretensión española de ubicar un Instituto Cervantes en la Roca. Lo que supone, si tenemos en cuenta que el objetivo del Cervantes es la promoción del español en el extranjero, concederle poco menos que el rango de Estado a la colonia de Gibraltar. Me pregunto cuál será la siguiente insensatez de ZP: ¿Abrir directamente una embajada? Ya lo decía el clásico: “Todo es posible a condición de ser lo suficientemente insensato”. Pero lo malo no es que Zapatero actúe así, con semejante desidia y torpeza, en relación a la colonia británica, cuyos habitantes no han cesado de frotarse las manos desde que manda el Eterno Adolescente. Lo malo es que actúa de igual modo con respecto a cualquier región española. 

Autor: Policronio
Publicado el 26 de enero de 2009

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