Víctor Gago |
Lo que sucedió del once al catorce de marzo de dos mil cuatro fue terrible, catastrófico, inaudito, sorprendente: el gobierno de una nación democrática y occidental fue acusado por la oposición de ser responsable del asesinato de ciento noventa y dos compatriotas y de la causación de mil quinientos heridos.
Todo ello, a cuenta del apoyo del Gobierno surgido de las urnas y del Congreso de los Diputados a una guerra con una nación extranjera, gobernada por un tirano, Sadam, que no paraba en mientes en el exterminio de los opositores y que anduvo jugando todo el tiempo que fue necesario con la cacareada “comunidad internacional”, a cuenta de la inspección y supervisión de su capacidad de destrucción.
Unos días después, un niño mimado de la “movida intelectual” izquierdista y zarrapastrosa, Pedro Almodóvar, cateto venido a más donde los haya, animado por una extravagante ministrina de justicia de una regioncita, de las que conforman la Nación Española, se permite decir ante no sé cuantos periodistas, que el PP pretendió dar un golpe de estado el trece de marzo de dos mil cuatro, con el dictado de un decreto de suspensión de las elecciones generales del día siguiente.
Ante ello, el PP calló, vergonzante y vergonzosamente, y no se conoce de nadie del citado partido que emprendiera acciones judiciales ante tamaño despropósito de una política descarriada y un niñato hartomigas. Lo que sí recuerdo es que a la mañana siguiente de escuchar las declaraciones del cineasta y una vez leídas en LD me fui al Juzgado de Guardia de los de Ciudad-Real a poner la correspondiente denuncia, de la que todavía no tengo noticias y ni falta que hace.
A cuenta de lo mismo, Federico Jiménez Losantos comenzó a fraguarse la enemistad del último Borbón que puede calificarse de traidor a la causa de la Nación española. Y por ciertos comentarios atinadísimos a cuenta de la infame actuación del infame Alcalde de Madrid, Gallardón, a propósito de ciertas declaraciones al respecto de los sucesos de marzo, sufrió persecución de la justicia, propiciada por aquel.
Ello puede parecer imperdonable, pero objetivamente es una lucha entre iguales. Si el neofascista Gallardón tiene detrás al aparato gubernamental, FJL tiene detrás a la Conferencia Episcopal y millones de lectores y oyentes, y que Dios reparta suerte.
Pero en el asunto PP versus Víctor Gago, no puede decirse que la lucha que se plantea sea entre iguales. Y ello me cabrea muchísimo. Tanto, que en estas condiciones puedo decir que el PP no es mi partido. Y en consecuencia, jamás de los jamases votaré a este PP.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 4 de enero de 2009
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